Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
Escatología, cuerpo y lengua / Pablo Oyarzun R. – 153 secretos fundamentales que determinan la existencia humana a espaldas de su sujeto, enceguecido, precisamente, por su orgullo, el cual no es un rasgo psicológico, sino una condición ontológica del hombre. No deja de ser acertado el razonamiento de Brown, pero pareciera que le falta la coda, siendo que allí está lo decisivo de Swift. Freud habló de las “tres graves ofensas” sufridas por el narcisismo: la coperni- cana (cosmológica), la darwiniana (biológica) y, finalmente, la psicológica (infligi- da por la teoría psicoanalítica) 7 . Cada una de ellas es, a la vez, un gran correctivo, un capital de verdades nuevas sobre las cuales erigir una nueva configuración del mundo y de la existencia humana. La ofensa al orgullo provista por Swift, la cual es excéntrica respecto de la mencionada lista, resulta radical, es total, exhaustiva y de- moledora. Privado de un encuadre teórico que, precisamente, pudiese aleccionar en nuevas verdades, el lector no sabe muy bien a qué atenerse y qué hacer con la ofensa, ni si de ella puede seguirse un correctivo, además de quedar remitido a sus propias interpretaciones y decisiones: it’s up to you , reza el endoso persistente de la escritura de Swift, mientras sobre la cabeza del lector sigue lloviendo espesamente. Este es justamente el punto. No se puede simplemente girar la cabeza y hacer como si nada. Ni aun las revelaciones psicoanalíticas (u otras que pudiesen allegarse, del lado de Artaud, de Bataille o de algunos otros) proveen de marco a las reinci- dencias soeces de Swift: siempre hay algo (o mucho) que desborda el marco posible. Por todas partes se encuentra uno con digresiones y lugares que refuerzan la significación de lo fecal, como en el siguiente pasaje de “Examen de ciertos abusos, corrupciones y enormidades”, publicado en la ciudad de Dublín, en 1732: Pero sigamos con otras enormidades. Toda persona que camine por las calles tiene inevitablemente que observar un inmenso número de excrementos humanos en las puertas y gradas de las casas abandonadas y a los costados de cada callejón ciego, a lo cual el partido descontento ha asignado una causa muy falsa y maliciosa: pretenden que estos montones han sido depositados allí privadamente por británicos traseros para hacerle creer al mundo que nuestro populacho irlandés come y bebe a diario; y, en consecuencia, que el clamor de pobreza entre nosotros tiene que ser falso, pro- veniente sólo de jacobitas y papistas. Alegan confirmar esto pretendiendo observar que un ano británico está más estrechamente perforado que uno de nuestro propio país, y que muchos de estos excrementos, estrictamente considerados, que aparecen coronados montuosamente con una punta como de cono o pirámide, se distinguen fácilmente de los hibernianos, que yacen más chatos y con menos continuidad. Co- muniqué esta conjetura a un médico eminente que está bien versado en profundas 7 Sigmund Freud, “Eine Schwierigkeit der Psychoanalyse,” en Gesammelte Werke , vol 12. (1917 [1916]; Frankfurt: Fischer Taschenbuch Verlag, 1999), 3-12.
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