Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

152 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento pular y carnavalesco resulta inseparable del factor escatológico, y cuán determinante ha sido para la formación de la cultura que alcanza hasta nuestros días. Que, en su obra, Swift presente abundancia de pruebas acerca de una curiosa insistencia en los motivos excrementicios, está fuera de toda duda. Y también ha de reconocerse que su uso difiere notoriamente del que hallamos en Rabelais, tan efusivo como eufórico, quién celebra, lo mismo en el banquete que en la cagazón, lo que se podría llamar el puro devenir de la naturaleza y la prestación de nobles vehí- culos que, a tal evento, ofrecen los cuerpos vivientes. Lo de Swift, sin perder la gracia, resulta agresivo. De alguna manera, de una manera infinitamente refinada, irónica y traicionera, se parece a la práctica que él mismo atribuye a los Yahoos, como si el episodio de la pluviosa embestida fecal que sufre Gulliver al comienzo del Cuarto Viaje fuese algo así como la escena primordial de la sátira, del modo de la sátira que el mismo Swift ejerce. Entonces, no es sorprendente que la crítica y los comentarios hayan apuntado con tal insistencia a este rasgo como cosa sobresaliente, certificado de identidad y prueba de insanía. Cabe considerar que, en un libro con algún revuelo a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta, Norman O. Brown incluyó, bajo el título prestado “The Excremental Vision” 6 , un capítulo dedicado a Swift donde se propone rescatarlo de la vigilancia clínica de algunos de sus críticos o comentaristas eminentes, así como de variados psicoanalistas que vieron aquí una cantera acaso inagotable; Brown in- virtió irónicamente los papeles: Swift es el facultativo, los otros son los pacientes, aquejados de neurosis aguda, cuando no de locura. Añade más: Swift, de hecho, es el precursor del psicoanálisis, habiendo anticipadamente develado los mecanismos de la represión y la sublimación. Las observaciones de Brown son muy sugerentes y, como suele ocurrir con todo lo de esa calidad, muy debatibles. Pero es el tipo de hipérbole necesaria para atender a aspectos quedados obliterados por visiones que, de tan compartidas, han termina- do naturalizándose. La enmienda fundamental que interesaba a Brown, a propósito de la obra de Swift como manifestación patológica, consistía en hacer ver que sus excesos, aparentemente injustificados, correspondían a un deliberado propósito, es decir, a un programa cuyo eje era el rebajamiento de la alta estima en que se tiene el ser humano a sí mismo, una acometida sistemática contra su orgullo. Se trata, en el fondo, de una finalidad terapéutica, no muy distinta de la panacea homeopática aplicada a los Yahoos por los caballos racionales cuando los primeros caían en sus inexplicables depresiones: darles de su propio excremento y orina. Swift habría tenido una extraordinaria perspicacia para detectar y exponer los 6 Norman O. Brown, Life against Death: The Psychoanalytical Meaning of History (Middletown, Connec- ticut: Wesleyan University Press, 1959), 179-201. Reproducido en: Robert A. Greenberg and William B. Piper (eds.), The Writings of Jonathan Swift (New York: Norton, 1973), 611-630.

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