Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
142 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento señalado, afecta la distinción interior/exterior, además de permitir la introducción de una dimensión subjetiva a las lecturas y, eventualmente, a las intervenciones cul- turales en aquel espacio llamado público. Primera imagen La primera referencia está tomada de un breve texto de Daniel Arasse 5 concerniente a la obra del pintor holandés Johannes Vermeer. El comentario de Arasse nos per- mite introducir una aproximación a la figurabilidad puesta ahí en escena, a través de una problematización de la oposición adentro/afuera que, con frecuencia, suele reclamar la clásica lectura de la relación entre espacio público y espacio privado. En todo caso, digamos al pasar que la valoración ideológica del espacio privado, lejos de admitir una consideración de la subjetividad, lo que hace es precisamente negarla. Escribe Arasse: En las escenas de interior Vermeer pinta el adentro del adentro: hay a menudo ven- tanas, que están abiertas, pero ustedes no verán nunca el exterior. Están abiertas de tal modo que el exterior está ahí, pero que no se lo verá jamás. Y, luego, continúa: Por lo tanto, la problemática o la tensión de Vermeer, a diferencia de muchos de sus colegas, no es entre el mundo privado y el mundo público, el interior y el exterior, sino entre la intimidad y lo privado. Al interior del mundo privado. Lo íntimo en lo privado. 6 Basta con esta primera cita, referida a las artes visuales, para justamente señalar un problema: aquí, lo exterior es aquello que no se ve . Pero, por otra parte, se trata igual- mente de un intento de solución, por así decirlo, plástica o figurativa: lo que se in- dica, lo que se presenta ahí, es la tensión del adentro y del afuera que instala menos la oposición entre lo público y lo privado que la relación entre lo privado y lo íntimo . El “adentro del adentro” ubica en el interior mismo una exterioridad que, aunque no sea vista, puede de este modo ser pensada. En tal sentido, el lugar de las ventanas –toda una serie de pinturas de Vermeer lo muestra de manera elocuente – cumple la curiosa función de hacer figurable un emplazamiento del sujeto en la frontera de la intimidad que se cierra sobre si misma y que, al mismo tiempo, se abre hacia las cosas del mundo que permanecen en la clara oscuridad de la vida “exterior” 7 . 5 Daniel Arasse, “Vermeer, fin et flou,” en Histoires de peintures (Paris: Gallimard/Folio, 2011), 203-217. 6 Ibíd., 210 [la traducción es nuestra] 7 Respecto a las ventanas, cf. Gérard Wajcman, Fenêtre. Chroniques du regard et de l`intime (Paris: Ver- dier, 2004).
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