Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

El velo de lo irrepresentable / Francisco Sanfuentes – 133 de dirigió sumirada a los muros como una suerte de inabarcable pizarra de escritura de la frustración y del deseo de los individuos residuales habitantes de la ciudad: Un desamparo semejante es el que provoca el gusto por las paredes de los “retrasados”, de los “simples”, de los inadaptados, de los desheredados, frustrados y rebeldes – todas las revoluciones han tenido su origen en las paredes – , de todos los que tienen algo que reprocharle a la sociedad o a la existencia. Pues la pared exorciza. Si ella es el refugio de todo lo que se reprime, se reprueba, se prohíbe, se oprime, también es la catarsis 1 . Desde siempre, los muros han sido garrapateados como un cuaderno de colegio o un banco de sala clases. Sin mayores pretensiones que dejar una marca, delimitar un pequeño territorio con la manifestación de algún padecimiento o rabia, un pequeño deseo, un mensaje que pareciera no importar a nadie. Marcas que, lanzadas a la calle como un simulacro de intimidad, materializan la insignificancia, la precariedad y lo efímero ante quien transita y se aleja de sus asuntos. Pero si se entiende la calle o el espacio público como un palimpsesto de trazos de experiencia, debemos suponer que podría tratarse de una densa superficie de capas en las cuales se alojan los síntomas, la manifestación visual o corporal de huellas e indicios de lo que ahora exploramos bajo la figura de el malestar y el desasosiego . Espacio público Espacio público es territorio de cruces y encuentros, más allá del ser domiciliario que se recoge y reflexiona, más allá del ser para sí mismo y de tornarse en ser para los otros, los cuales están afuera, las más de las veces, sometidos a la ruta cotidiana y a la rutina del “sin lugar” y de lo inhabitable. El espacio público es también aquello que acontece. Está entre medio y se ma- nifiesta a partir de la idea de ciudad. En su texto “Desde la calle no se ve la ciudad” 2 , Sergio Rojas señala el descalce o la incompatibilidad entre el espacio público y la calle. Parafraseándolo, se puede decir que la historia de la ciudad es la historia del desarrollo y de la ocupación de sus calles, unas veces respondiendo a un diseño sistémico y otras veces en función de un desarrollo orgánico que, regido por el deseo y la necesidad de sus habitantes, se sustrae a toda noción racional de urbanismo. ¿Podrá la ciudad ser pensada como una materialización del deseo? ¿O, por el contrario, tiene más bien que ver con el resultado de un diseño ideológico que siempre se nos escapa y que, como dice Rojas, es producto de “la mesa de dibujo del Dios geómetra” 3 ? La ciudad, sus espacios públicos y privados, sería aquel artefacto que lo contie- 1 Brassaï, “Graffiti parisinos,” en Graffiti Brassaï (1958; Madrid: Circulo de Bellas Artes, 2008), 38. 2 Sergio Rojas, “Desde la calle no se ve la ciudad,” en Las obras y sus relatos (Santiago: Editorial ARCIS, Santiago, 2004), 159-164. 3 Ibíd., 159.

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