Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
12 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento Si, por nuestros días, los recursos simbólicos se han visto diagnosticados bajo el ró- tulo de la insuficiencia, ¿cómo se pondría en juego la elaboración del descontento en los mismos límites de la representación en cuanto tal? Incluso si, contra toda la serie de oscuras consideraciones apocalípticas (tan frecuentes en el presente), los mencionados recursos mostraran, en definitiva, pruebas de una acción sin deterioro, aún cabría por supuesto la pregunta relativa a las específicas articulaciones simbóli- cas que, convocadas justamente para estas épocas, de ninguna manera podrían evitar entrañar unas igualmente singulares hiancias e inconsistencias. Pues, sencillamente, respecto de lo simbólico, lo imposible ek-siste, incluso si ello no fuere más que el resultado de la evidente insuficiencia del significante para recubrir todo lo real 19 . Por cierto, los actuales debates reflejan este inasible lugar de las artes y del pen- samiento que en ellas y en éste se convoca. Lugar tan necesario como precario, tan inquietante como insistente. Lugar en función del cual se ha reinterpretado el pro- blema político como aquél del “reparto de lo sensible” 20 ; lugar desde donde se insiste en tematizar la destitución del vínculo con el otro, el paso a la inmunidad ética del artista y a sus prácticas extremas 21 ; lugar en el que, incluso, se ha sostenido la asimi- lación salvaje entre el cínico indolente y el creador de nuestros tiempos 22 . A lo largo de estas tensiones, lo que persiste es el malestar en la diversidad de sus modalidades, experiencias y registros, los cuales permiten, a su vez, situar las coordenadas y fractu- ras de las prácticas subjetivas que les son correlativas. Quizás, nos encontramos confrontados al tránsito desde un paradigma del ma- lestar en la cultura hacia una manifestación general y generalizada que mejor cabría designar como culturas del malestar o culturas en malestar. En tal sentido, resulta insoslayable preguntarse por el destino de los “destinos del malestar”, esto es, interro- garse por la índole actual (aunque también inactual) de sus elaboraciones simbólicas y de sus inscripciones, de sus modalidades enunciativas y de sus políticas de repre- sentación, para desde allí consignar sus límites, sus imposibles, sus improcesables. Este mismo carácter de la experiencia del malestar, residual a la vez que inaprehen- sible, se ofrece al pensamiento y a la producción artísticas como un asunto siempre abierto que, incansablemente, invita al examen y a la crítica respecto de las condicio- nes culturales e histórico-políticas en las cuales, tanto hoy como ayer, se articulan y se han articulado malestar y subjetividad. 19 Cf. Jacques Lacan, El seminario. Libro XVI. De un Otro al otro, 1968-1969 (2006; Buenos Aires: Paidós, 2008); Le seminaire. Libro XXII. RSI, 1974-1975 (inédito). 20 Jacques Rancière, El resparto político de lo sensible (2000; Santiago: LOM, 2009). 21 Jean Clair, La responsabilidad del artista (1997; Madrid: Antonio Machado, 1998); Paul Virilio, L’art à perte de vue (Paris: Galilée, 2005). 22 Hal Foster, El retorno de lo Real. La vanguardia a finales de siglo (1996; Madrid: Akal, 2001); Peter Slo- terdijk, Crítica de la razón cínica (1983; Madrid: Siruela, 2003).
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