Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

Introducción – 11 ha pasado a formar parte esencial del problema de la producción de la subjetividad bajo la extensión y los nuevos desarrollos del capitalismo, determinando que, cada cierto tiempo, se renueve de manera incesante la pregunta por las condiciones “ac- tuales” – y, por lo tanto, históricas – del malestar en la cultura. En consecuencia, cobra particular relevancia la pregunta por las formas de miti- gación, de administración y/o de inscripción del malestar en el marco sociopolítico y cultural que, en las décadas recientes, se ha expresado en una acusada tendencia a la imposición global del neoliberalismo. En la actualidad, las condiciones históricas del malestar quedan en evidencia en razón de las transformaciones producidas en distintos niveles de la realidad social y cultural, definiendo modos de subjetividad acordes a tales transformaciones. En este sentido, la contemporánea gestión biopolí- tica 16 , en su afirmación de la nuda vita 17 y del bienestar individual, puede entenderse al modo de un síntoma o, incluso, como una formación reactiva respecto del males- tar que imperativamente se pretende excluir de la experiencia a como dé lugar y sin ningún residuo. Bajo el proyecto gubernamental contemporáneo, el recurso a una estética de la felicidad parece ser el reverso ideológico de una experiencia cotidiana en la cual el descontento cobra formas e intensidades inéditas y críticas. De este modo, en el panorama de la actual gubernamentalidad, la dimensión estética parece tener una importancia equiparable a aquella que, en su momento, la teoría crítica pudo agudamente discernir en relación con la estética del fascismo. Sin duda, se requieren nuevas cartografías para reconsiderar las particularidades de los arreglos simbólicos relativos a las subjetividades en el umbral del siglo que recién comienza. La época en la cual se opera la medicalización progresiva de la exis- tencia y la ampliación indefinida del trabajo sobre los espacios de la vida personal, a niveles de intensidad hasta hace poco desconocidos, es también el tiempo donde se han propuesto renovadas versiones para la célebre formula de Hegel 18 relativa a la “muerte del arte”. ¿Cómo hacer frente a esa crisis, a aquel persistente malestar de artistas y pensadores en relación con la inasible naturaleza de lo artístico en la era de la imagen global y de las performatividades online? Salvar el arte, dejar morir el arte, parecen desde luego consignas estériles, las cuales pueden no obstante llegar a pro- mover, en ciertos contextos precisos, acciones inquietantes, peligrosas o bien direc- tamente enojosas. Y, con todo, una apremiante pregunta sigue en pie: ¿qué significa hoy la producción de obra y de pensamiento, cuando con mayor fuerza se impone la interrogante por lo común, por el sujeto y su comunidad, es decir, por la posibilidad de articulaciones simbólicas de lo experimentado o, más aún, de lo experimentable? 16 Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979) (2004 [1978- 1979]; Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007). 17 Giorgio Agamben, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida (1995; Valencia: Pre-textos, 1998). 18 Georg W. F. Hegel, Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (1830; Madrid: Alianza, 1997), 582.

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