Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
El arte y los escombros / Luis Montes Rojas – 113 Ese sentido de pertenencia es aquel que aparece más sentidamente referenciado en los relatos sobre el edificio y su posterior función como Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral . De hecho, este pequeño relato demuestra, en particular, cómo se materializó el sentido primero que dió origen al edificio, como si de alguna forma se hubiese venido a cumplir aquella sentencia que Sennett expusiera en su libro La con- ciencia del ojo , cuando describe aquella comunión de la experiencia social e individual con la construcción arquitectónica, donde el edificio se constituye como la encarna- ción misma de los valores culturales y pone por ejemplo la antigua asamblea griega en tanto espacio simbólico de la democracia. Así, el valor de lo construido se expresa en la experiencia del ciudadano 13 . Por ende, cabe preguntarse: ¿qué aconteció cuando el edificio de la unctad pasa a ser sede del gobierno militar de Pinochet? ¿Qué le ocurre con ello al ciudadano que creyó ver en esta construcción la materialización de unos valores sociales que, sin lu- gar a dudas, hicieron de este edificio un verdadero monumento erigido por la Unidad Popular? ¿Qué sucede cuando un monumento, cuando aquello que desde el pasado le habla al futuro, cuando ese signo de promitente eternidad, pasa a convertirse en la negación absoluta de lo que alguna vez simbolizó? Lo que sucede es que, del monumento, pasamos al monstruo, a esa amenaza irra- cional de la integridad que hace aflorar el miedo, el cual resulta ser precisamente el sentimiento que comienza a teñir los relatos. “Teníamos temor de pasar por ahí, aque- llo que era nuestro pasó a simbolizar todo lo contrario. Recuerdo las plazas interiores, donde alguna vez nos sentamos con mi padre. Una vez, poco tiempo antes del golpe y quizás previendo lo que iba a pasar, me pidió que lo dejara solo. Quería guardar esa imagen, porque era probable que nunca más la volviera a ver. Y así fue” 14 . El edificio cambia de nombre y en su remplazo no se le otorga uno cualquiera. Gesto nada gratuito sabiendo que la figura de Portales es depositaria de los valores del orden institucional y del amor a la Patria. Con ello el ministro entra nuevamente en funciones, pero esta vez desde lo simbólico. Entonces, vuelven a resonar las palabras pronunciada en el Congreso Nacional en 1832: “en la época más angustiada de la Pa- tria, cuando destruido el imperio de las leyes y encendida la guerra civil, la anarquía y el desorden amenazaban la ruina política de la nación […] restablece gloriosamente la tranquilidad pública, el orden y el respeto a las instituciones” . Se endereza, así, a los ciudadanos por el recto camino del orden y de las virtudes. Yo tengo los balazos de Portales Dice la historia que, durante el golpe de Estado del ‘73, la estatua de Portales recibió un 13 Richard Sennett, La conciencia del ojo (Barcelona: Ediciones Versal, 2001), 11-15. 14 Testimonio oral relatado al autor por una estudiante de la época.
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