Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

El arte y los escombros / Luis Montes Rojas – 109 El arte y los escombros Luis Montes Rojas La instalación del héroe Al inicio de su libro Orden y Caos , GarcíaCortés plantea que “cada época histórica pro- pone su modelo de representación del mundo, tanto social como político y cultural” 1 . A partir de dicho modelo se establece un sistema de referencia que la sociedad debe acatar; una jerarquía de valores que define las relaciones sociales y para la cual, a fin de ser puesta en ejercicio, cada sistema social se dota de una estructura de control, que per- mite mantener el orden moral instaurado; una estructura que también se materializa en el orden de lo simbólico, oponiendo el prócer al monstruo . Así, mientras el primero es imagen especular donde el ciudadano debe reflejarse para incorporar los valores que representa el prohombre, el segundo encarna lo abyecto de la sociedad y debe ser ex- cluido, perseguido, eliminado. Ahora bien, el espacio público, no solamente entendido como el espacio poten- cial de la ciudadanía sino también como el lugar de ejercicio del control por parte del poder político, debe ser necesariamente el territorio donde dichos modelos han de ser erigidos. Como lo indica Gabriel Salazar, “los vencedores heroifican a sus vencedores” 2 , y sus nombres pueblan el espacio público con todo tipo de monumen- tos, estatuas y señaléticas. Toda esta tipología de señales forma parte de aquello que Salazar denomina “la memoria oficial, la memoria del estado, la de la legalidad o de las élites dominantes” 3 . La presencia de ennoblecidos personajes en los espacios públicos de nuestras ciu- dades – representados en monumentos o nominando calles y edificios – permitiría creer en la continuidad de un orden perpetuo, que se opone al caos y la destrucción. De una u otra forma, su presencia por sobre el tiempo, el acontecer de la ciudad y el ciudadano, calmaría el temor a la violencia, a la incertidumbre y a la inseguridad res- pecto del futuro. Así, desde nuestra historia, emerge la figura del padre de la patria, de un presidente que encarna el progreso, de un intelectual que funda una universidad o de un minis- tro que da forma al Estado. En honor a ellos, la elite santiaguina ha levantado cuatro estatuas claves, que representan e instalan la historia fundacional del Chile republi- 1 José Miguel García Cortés, Orden y caos (Barcelona: Anagrama, 1997), 13. 2 Gabriel Salazar, “El conflicto de las memorias en el espacio público,” en Luis Montes (ed.), El arte de la Historia (Santiago: DAV, U. de Chile, 2011), 46. 3 Ibíd., 43.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=