Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

10 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento puede entenderse como una constante labor de transformación de este residuo in- admisible. En dicho trabajo de la cultura, Freud reconoció a la producción artísti- ca como una vía privilegiada para tramitar aquello que la misma vida social genera como remanente doloroso, instalando así los límites de la cultura en el centro de la cultura misma. Basta recordar el frecuente recurso del propio Freud a los artistas y poetas para mostrar aquello que la racionalidad médica era incapaz de ver o de enun- ciar, a saber, la eficacia del pensamiento inconsciente 7 . Consistentemente, las artes pueden ser pensadas tal y como Adorno lo ha sugerido, es decir, como la antítesis social de la sociedad 8 . Sin embargo, una experiencia como aquella de la inquietante extrañeza ( Unheimlich ) 9 , central para las vanguardias contemporáneas, en modo alguno pue- de ser soslayada mediante la pretensión (ingenua y totalizante) que situaría al arte como pura elaboración del malestar. A la luz de los proyectos estéticos de los últimos dos siglos, resulta necesaria una interrogación más amplia en la lectura de la articula- ción entre las artes y el descontento. Lejos de una simple reducción de la producción artística frente al desasosiego, parece imprescindible cuestionarse por el malestar con las artes 10 (la incidencia social y/o subjetiva del trabajo de las vanguardias), por el malestar de las artes 11 (la reinvención constante del metarelato artístico) y por el malestar en las artes 12 (el lugar de lo real – o, incluso, de lo traumático – en variadas prácticas artísticas). A partir del mismo Freud, pero sobre todo en función de los capitales aportes de Benjamin (arqueólogo cultural del spleen baudelaireano y agudo observador de la mudez del soldado frente al horror de la guerra 13 ) y de Adorno (pensador del arte como parataxis, es decir, como residualidad inasimilable por la lógica del dominio 14 ), la cuestión del malestar ha experimentado un desplazamiento con hondas conse- cuencias. Arrancado a la simple tópica de la “tonalidad anímica personal”, el males- tar habrá de ser situado, en lo sucesivo, sobre el horizonte de un principio general (de una “economía libidinal”, como diría Lyotard 15 ). Desde entonces, el descontento 7 Cf. Sigmund Freud, “El creador literario y el fantaseo,” en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 9 (1908; Buenos Aires: Amorrortu, 1992), 123-136. 8 Theodor W. Adorno, “Teoría Estética,” en Obra Completa , vol. 7 (1970[1961-1969]; Madrid: Akal, 2004). 9 Sigmund Freud, “Lo Ominoso,” en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 17 (1919; Buenos Aires: Amorrortu, 1992), 215-254. 10 Cf. Peter Bürger, Teoría de la Vanguardia (1974; Barcelona: Península, 2000). 11 Cf. Jacques Ranciere, El malestar en la estética (2004; Buenos Aires: Capital Intelectual, 2012). 12 Cf. Yves-Alain Bois y Rosalind E. Krauss, L’Informe: Mode d’emploi (Paris: Centre Pompidou, 1996). 13 Walter Benjamin, “El narrador,” en Obras II , vol. 2. (1936; Madrid: Abada, 2009), 41-67; “El Paris del Segundo Imperio en Baudelaire,” en Obras I , vol. 2 (1938; Madrid: Abada, 2008), 89-204. 14 Theodor W. Adorno, “Parataxis,” en Obra Completa , vol. 11. (1974; Madrid: Akal, 2003), 429-437. 15 Jean-François Lyotard, Economía libidinal (1974; Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1990).

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