Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
Las caras de La Moneda / Pura energía, puro Chile / René Valenzuela – 101 Las caras de La Moneda / Pura energía, puro Chile René Valenzuela Pura energía, puro Chile era el nombre del espectáculo de luces que, durante seis días seguidos y con motivo de la celebración del Bicentenario de la patria, “dio vida” al palacio de La Moneda en el 2010. El evento convirtió a la casa de gobierno en un lugar depositario de imágenes “representativas” de “nuestra” historia, mediante un despliegue técnico de gran envergadura que cubrió de luz y color el frontis del edifi- cio. A más de cinco años de esta celebración y a más de cuatro décadas del golpe de Estado, estas imágenes hacen visibles las fisuras de la historia, desde donde emergen la violencia radical y su silencio. Pura energía, puro Chile Aquellos días entre el 11 y 17 de septiembre, la fachada sur de La Moneda fue conver- tida en el soporte de un espectáculo cultural que celebraría los 200 años de la patria, a través de una realización franco-chilena equilibradamente esponsoreada por el gobierno de ese entonces y la Compañía General de Electricidad (cge), uno de los diez grupos económicos más ricos del país. Es decir, pura energía. El espectáculo de luces desarrolló un relato de acontecimientos y personajes de nuestra historia, donde se sucedieron referencias a un imaginario patrio despoliti- zado – al punto que Condorito fue el personaje principal – y reducido a los clisés culturales de la hoy denominada imagen-país. Más allá de las presencias, lo relevante aquí es el hecho que no hubo mención alguna al golpe de Estado ni a los aviones ni a sus bombas demoledoras ni a su fuego destructivo; mucho más impensable incluso, tampoco hubo ninguna alusión a la resistencia, menos aún a su significado trascendente. La luz, entonces, bajo la ce- guera que produce su brillo analgésico, cubrió y enmascaró su propia oscuridad. De manera invisible y violenta. La memoria nos trae aquí la megalómana “catedral de luz” que, en 1937, Albert Speer realizó con ocasión del congreso del partido nazi en Nüremberg. El arquitecto de Hitler levantó una arquitectura inmaterial y efímera, compuesta por 130 focos de luz (antiaéreos) que, proyectados hacia el cielo y dispuestos uno tras otro, definían un perímetro regular donde eran contenidos los miembros del partido sobre un “campo de energía” monumental – de escala sobrehumana – , el cual se constituyó en uno de los símbolos más poderosos de la cruzada nazi. Es preciso señalar que, a comienzo de este siglo – con motivo de las celebra- ciones del segundo milenio – en la ciudad de Berlín, la escena cultural alemana se
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