Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria
Memorias encontradas / Ximena Valdés – 85 junto a otras organizaciones, como Conaproch, la Confederación Ranquil, organizaron, para el día 27 de abril de 2017, “Un encuentro con nuestra historia. 50 años de la ley N° 16.625 de Sindicalización Campesina promulgada el 29 de abril de 1967”. El acto se realizó en el Museo de la Educación, en la calle Chacabuco, Santiago. En esa ocasión, se dirigió a los numerosos asistentes Alicia Muñoz, dirigente de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas y una de sus fundado- ras en el año 1998. Transcribimos in extenso su discurso como modo de recuperar, también, estas memorias del mundo del trabajo. ¡Soltemos los bueyes, dejemos las palas! Por qué yo estoy acá –nos dice Alicia Muñoz–, principalmente porque yo tengo una historia… (…) Al correr del tiempo uno se da cuenta que hizo tantas co- sas y que ayudó tanto para esto; se da cuenta de que la Ley de Sindicalización Campesina cumplió un papel fundamental en la vida de nosotros, hombres y mujeres (…) saber que juntarse con los viejos y las viejas en el campo y pensar que estábamos hablando de derechos. Tenemos un sindicato, podemos hablar, ya no vamos a ser los sometidos, ya no vamos a ser la propiedad del patrón, que éramos propiedad del patrón antes de esta Ley que aparece en el campo. Enton- ces empezó a llegar un diario, un afiche pegado en los robles; uno pasaba por el camino y el afiche decía ‘La Ley de Sindicalización Campesina para organizarse’. Los viejos, que eran los asalariados del fundo, muchas veces hicieron las reunio- nes en medio del trabajo para decir luego, ‘oye, pero si tenemos Ley, hagamos un sindicato’. Eso dio una fuerza tan grande, esa mirada de los campesinos. Uno era dudosa, era cabra chica todavía, pero era muy curiosa y eso era muy importante, lo que estaba sucediendo, entre escondido y no escondido, pero cuando aparece la Ley, los campesinos, orgullosos, empiezan a juntarse y se arma el sindicato del fundo, el sindicato De la Mancha en Molina. Abarcaba la comuna entera. El sindicato comunal tenía a muchos campesinos organizados a través de muchos sindicatos. Ahí, la situación empieza a cambiar de tal manera que, como se decía en el campo, llegó la hora de decir: ‘¡Soltemos la bueyes!, el sol está alto toda- vía, la ley nos permite las ocho horas de trabajo, así que ¡soltemos los bueyes! a la hora que se cumplieron las ocho horas, ¡dejemos las palas!’ (….) Empieza a hablarse con orgullo, ‘¡soltemos los bueyes!, ¡vámonos ya, ya no tenemos que esperar que se esconda el sol!’. Cuando la gente empieza a discutir cómo está cambiando la forma de trabajar, la forma de trato con el patrón, la forma de
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