Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria
76 – Casta y Sumisión abrió el camino para nuevos procesos de control de la propiedad por parte de un remozado y trasnacionalizado empresariado exportador, no completamente desli- gado de los antiguos dueños de fundos y haciendas, hoy “modernos” y triunfantes. Segundo, colocó en su lugar 1 a los trabajadores agrícolas, los dividió, los reagrupó 2 , los castigó 3 y cercenó las bases de su organización social –el sindicato–, en un prin- cipio declarado interdicto y luego expropiado de su escala comunal, y reducido a la empresa solo para los trabajadores estables 4 , mientras la mayoría son “temporeros”. Esta memoria se muestra, como podría suponerse, anclada en las represen- taciones de ganadores y perdedores, de triunfadores y derrotados; es decir, de propietarios de la tierra, por un lado, y de trabajadores agrícolas, por otro. Los primeros perdieron temporalmente –por las expropiaciones generadas con la implementación de la reforma agraria– parte de sus dominios heredados o ad- quiridos; los segundos ganaron acceso a tierras –de los expropiados– y derechos laborales que sus pares obreros industriales ya habían adquirido mucho tiempo atrás. Sin embargo, con el golpe de Estado los ganadores se transformaron en perdedores y los perdedores, en ganadores. Sabiendo que historia y memoria no significan lo mismo, la lectura actual de estos hechos pone de manifiesto el difícil camino que exige, por una parte, el proceso de restitución de la memoria, y por otra, su interpretación históri- ca. Sobre ello, y a raíz de estas conmemoraciones, hay una enorme cantidad de material escrito y visual, teniendo como horizonte la tarea de restituir, como di- ría Chartier, la “radical e irreductible singularidad” de estos hechos de tan corta duración y de tan alto impacto social, político y económico, como lo fueron las consecuencias en la sociedad de estas dos leyes de 1967, que reconfiguraron la estructura agraria y las relaciones sociales en el campo. 1 La dictadura congeló hasta 1979 (Plan laboral) la sindicalización campesina; asignó parcelas a los campesinos no comprometidos en tomas de fundos; aplicó el Decreto 208 a los dirigentes sindicales que quedaron sin acceso a la propiedad de la tierra; modificó la escala en que podían formarse sindicatos eliminando la comuna como espacio de sindicalización, reduciéndolo a la empresa; dejó (hasta hoy) impedidos de negociaciones colectivas a los asalariados agrícolas temporales que, en estas últimas décadas, conforman el grueso de los trabajadores agrícolas, con un alto componente femenino y últimamente migrante. 2 Los reagrupamientos de las poblaciones del campo constituyen viejas prácticas, desde las co- loniales, Argelia, por ejemplo (véase Bourdieu y Sayad), hasta las republicanas en Chile: pacifi- cación de la Araucanía y creación de las reducciones indígenas. La dictadura creó los “villorrios rurales” para localizar al excedente de población que quedó sin tierras ni trabajo, haciendo de estos espacios el hábitat del ejército de reserva rural, tributario de las contrataciones temporales de la dinámica agroindustrial. 3 José Bengoa, Reforma Agraria y revuelta campesina. Seguido de homenaje a campesinos desaparecidos 4 A causa del Plan Laboral de 1979.
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