Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria
El cementerio de Picpus / José Bengoa – 65 Había personas en el campo que habían tenido experiencias sindicales, mineras, urbanas y sobre todo en el norte del país, que eran quienes criticaban silenciosa- mente la servidumbre rural. Los hemos denominado “ los federados ” y son justa- mente ellos quienes iniciaron el movimiento campesino mucho antes de los años sesenta y que se dictara la ley sindical. Brian Loveman, distinguido historiador norteamericano, se equivoca en su afán de demostrar que existían bases históri- cas para el movimiento campesino y que éste no lo había formado el gobierno democratacristiano a partir del año 1964, no comprende a nuestro modo de ver, que fueron dos sectores del campesinado diferentes. Hay varios autores que con- tinúan en esta Tesis. En todos los casos de huelgas y movilizaciones anteriores al sesenta y siete se encuentran personajes ligados a los “federados ”. Es el caso de Ranquil que lo hemos detallado en base a archivos; es el caso de la gran huelga de Molina, que también hemos estudiado y descrito; es el caso del Valle del Choapa donde co- mienza justamente la Reforma Agraria. En el Salón de Honor de la Universidad de Chile justamente un dirigente campesino de Choapa explicó en detalle lo que había sido esa lucha. Las flores de Punitaqui , le comenté. Porque esos campesinos del norte chico, eran al mismo tiempo mineros y muchos de ellos habían viajado al Norte Grande y habían regresado con las ideas sindicales en sus cabezas. La autobiografía de Don José Campusano, fundador y dirigente de la Federación Campesino Indígena posteriormente llamada Ranquil, es un caso paradigmáti- co. El caso de la mayor parte del campesinado hacendal fue diferente. No tenían esa experiencia de organización y crítica de los “federados”. Por tanto la ley de sindicalización campesina y la de Reforma Agraria, abrieron las posibilidades del despliegue de las conciencias y al mismo tiempo de la realización de sus deman- das históricas. Un aspecto muy importante en este punto fue la separación de la jerarquía de la Iglesia Católica de su apoyo irrestricto al sistema latifundiario. Monseñor Manuel Larraín de Talca llegó a decir que “ el latifundio era un pecado ”. El sistema servil de las haciendas se afirmaba en la unidad absoluta entre Iglesia y hacienda. Las casas de Haciendas con su Iglesia por lo general pegada por un corredor es el frio ejemplo de esta unidad que duró de modo indisoluble por siglos. Su ruptura por cierto fue un factor de liberalización de las conciencias oprimidas.
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