Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria
Estado, terratenientes y campesinos / Octavio Avendaño – 45 el porcentaje de ventas de las parcelas asignadas llegó a un 57,7 % en la Región Metropolitana de Santiago, y a un 41,3% en la Región del Biobío. Al igual como ocurre con aquellos campesinos asentados que no resultaron ser beneficiados por las asignaciones realizadas, una vez que se disolvió el sector reformado, buena parte de quienes se vieron en la necesidad de vender sus pro- piedades permaneció en las mismas localidades, sin emigrar a los centros urba- nos. Incluso, algunos de los campesinos adoptaron la vía de la minifundización , es decir, vendían sus tierras pero conservaban la casa y el sitio que, en promedio, comprendían alrededor de 0.4 hectáreas. En el estudio realizado por Trivelli en la Región del Libertador Bernardo O’Higgins, la relación porcentual entre las parcelas y los sitios vendidos demuestra que, en ese momento, mientras las pri- meras llegaban a un porcentaje de ventas de un 40,9 % en la Región, el de estos últimos era solo de un 9,3 % (Trivelli, 1984: 35). La mayoría de quienes conforma- ban este sector de campesinos minifundistas se convirtieron en la mano de obra estacional o temporal de otros predios agrícolas, principalmente en las épocas de cosecha, y de algunas empresas dedicadas a la producción y embalaje de rubros exportables. De esta forma, lograban combinar las actividades de subsistencia, realizadas al interior de sus pequeñas superficies territoriales, con la asalarización temporal en otras labores agrícolas. La utilización de esta combinación fue inter- pretada como la expresión de un proceso de subproletarización del campesinado, más que como una proletarización directa y definitiva (Kay, 1995). A pesar de la difícil situación que afectó a la agricultura tradicional durante buena parte de la década de los ochenta, y por el deterioro que venían arras- trando algunos pequeños productores campesinos que se vieron en la necesidad de vender sus pequeñas propiedades, se ha constatado que hasta la temporada de 1986-1987 el sector campesino logró controlar el 32 % de los suelos de uso agrícola del país y un porcentaje aproximado de la tierra de riego en efectivo (Echenique y Rolando, 1989:18) 1 . Es decir, entre la Región de Atacama y la actual Región de Los Ríos, la superficie ocupada por el campesinado correspondía a 9.100.000 hectáreas. En esa misma temporada se observa también una impor- tante contribución de la pequeña agricultura campesina como fuente de ocupa- ción. Echenique y Rolando añadían que el número de productores campesinos ascendía aproximadamente a los 260.000, a los que se agregaban cerca de 90.000 1 De acuerdo a las estimaciones realizadas por Maximiliano Cox, a principios de los años ochenta, la ocupación territorial del campesinado en general correspondió a “un 57% de la superficie nacional de cultivos anuales, más del 70% de la superficie hortícola y un 50% de la superficie en frutales y viñas. En esta última categoría, la producción campesina se concentra fundamental- mente en la superficie vitivinícola del secano de las regiones VII y VIII” (Cox, 1983:18).
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