Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria

Estado, terratenientes y campesinos / Octavio Avendaño – 43 ductos, como el trigo y la leche, y algunos apoyos crediticios que favorecieron a los productores de las distintas ramas de la agricultura que habían sido perjudi- cados por la crisis económica y financiera de principio de los ochenta. Por medio de estas medidas fue posible remontar el crecimiento negativo alcanzado por la agricultura durante los años 1982 y 1983, cuya tasa fluctuó entre -2,1 y -3,6, siendo mucho más baja en los cultivos destinados al mercado interno. A partir de 1984, en cambio, la agricultura registró una recuperación que le permitió llegar a una tasa de crecimiento de 7,1 % en 1984, y 8,7 % en 1986 (Echenique, 1991). La crisis de principios de los años ochenta, que afectó en su conjunto a la “agricultura tradicional” y que se extendió en algunos momentos hacia el sector de productores agroexportadores, significó un fuerte deterioro en las condicio- nes de vida de aquellos segmentos del campesinado que dedicaban sus parcelas al cultivo y a la producción de rubros como el trigo y la remolacha. En algunos casos, los efectos de esta crisis vinieron simplemente a agravar los problemas para el mantenimiento de las pequeñas propiedades campesinas, surgidos luego de realizado el proceso de asignación individual. En términos de la organización interna de las unidades productivas campesi- nas, un aspecto bastante determinante para su proyección y desenvolvimiento en el contexto anteriormente descrito tiene que ver con la incorporación de mano de obra no remunerada, mayoritariamente integrantes del hogar de cada peque- ño propietario. Como constató José Bengoa, los datos del Censo Agropecuario de 1976 arrojaron un considerable aumento de trabajadores no remunerados en relación a 1965, en el sector de economía campesina (Bengoa, 1983: 170). En la categoría de “personal permanente no remunerado”, el aumento fue de 334.000 personas en 1965, a 536.000 personas en 1976; en la de “personal no permanente no remunerado”, el aumento pasó de 27.000 personas a 38.000 mil; la categoría de “personal permanente remunerado” subió de 24.000 a 34.000, y la de “perso- nal no permanente remunerado” experimentó un aumento de 54.000 a 69.000. Así, en los inicios de la trayectoria individual, una parte importante del campe- sinado llevó a cabo las labores productivas con la participación de los miembros del hogar, evitando o reduciendo la necesidad de contratar mano de obra. Para muchos campesinos el tránsito del trabajo colectivo al trabajo indivi- dual en sus respectivas propiedades derivó en la necesidad de buscar actividades complementarias fuera de las parcelas, dado que sus niveles de producción es- taban bajo la línea de la subsistencia. La búsqueda de actividades complemen- tarias, generalmente en otros predios agrícolas, se transformó en una verdadera estrategia de sobrevivencia que permitió, en muchos casos, evitar la venta de las pequeñas propiedades. Este hecho pasó a ser recurrente en aquellas áreas en las

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