Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria

162 – Casta y Sumisión esperanza acabar con esas indignas condiciones de sobrevivencia, con esa vida paupérrima y de explotación extrema por parte de los señores dueños de la tierra. Es importante celebrar y saludar la realización de estos muchos encuentros en los que hemos conmemorado los 50 años de la Reforma Agraria. Saludar el importante diálogo por el rescate de la memoria, que ha resultado de cada una de estas jornadas donde se ha liberado la palabra “interdicto”, pues hasta hace poco tiempo hablar de Reforma Agraria constituía casi un insulto, una amenaza a la modernidad de la agricultura, a su desarrollo, y una alusión peligrosa, pues podía despertar antiguas aspiraciones frente al derecho a la tierra por quienes la trabajan y la cuidan. Desde el otro sector, de los ayer señores de la tierra y hoy importantes em- presarios agrícolas, también se reaccionó. Ocuparon todo su poder en los medios comunicacionales para, con ira, atacar esta gran jornada que los campesinos y campesinas, junto al Ministerio de Agricultura, estábamos llevando a cabo en torno a lo que fue y significó la Reforma Agraria. Claro está que era “la otra cara de la moneda”, la que no perdonó, a la que le cuesta borrar su ira de haber sido despojados de sus prebendas. Aun así, muchas de nosotras y nosotros teníamos la esperanza de que esta gran jornada abriera caminos a un debate más amplio y profundo sobre cuáles podrían ser las perspectivas de un nuevo proceso de la Reforma Agraria de cara a los tiempos actuales, más aun teniendo presente que, en todos estos años de democracia y de neoliberalismo, la memoria histórica de este proceso –que duró solo nueve años y que cambió las estructuras sociales y económicas de nuestro país en las conciencias campesinas y de la ciudadanía en general– parecía no estar ya presente. De ahí la necesidad de saludar y felicitar a los que han sido impulso- res de estos espacios. Nosotras, mujeres del campo, representadas y organizadas en la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile, Anamuri, a 50 años de esa gesta, y aunque las mujeres fuimos literalmente omitidas y no fuimos estableci- das en la ley como asignatarias, nuestra participación más bien estuvo centrada en los aspectos de carácter social y en la asistencia a los múltiples problemas do- mésticos y logísticos que también demandó este nuevo proceso. Es importante señalar que fue la contrarreforma agraria la que nos condujo hacia la organización y a entender y valorar verdaderamente, en toda su dimen- sión, su gran significado; a entender también el cambio profundo que experi- mentaron las mujeres al cambiar sus condiciones de vida y, mediante los centros de madres, a relacionarse entre sí. A ver cómo manifestaban “ese veranito de san Juan que tuvimos”. En efecto, las mujeres pagaron (pagamos) un gran costo y,

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