Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria

Rompiendo el silencio. / Francisca Rodríguez – 161 ROMPIENDO EL SILENCIO. A 50 AÑOS DE LA PROMULGACIÓN DE LA LEY DE REFORMA AGRARIA Francisca Rodríguez Este año, con honores, emociones y muchas alegrías, volvió, para recibir un justo homenaje a sus 50 años, la Reforma Agraria, la que marca un antes y un después en la vida del campo. La Ley 16.640, promulgada en 1967, fue de gran significa- ción en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, constituyéndose en una de las medidas más transcendentales para el mundo campesino. En su conmemoración se realizaron diversas y variadas actividades impulsadas desde las organizaciones campesinas y desde el Ministerio de Agricultura, junto a instituciones de la cul- tura y la academia, de profesionales del agro, poniendo la nota relevante a esta gran jornada reconstitutiva de este trozo de nuestra historia. En cientos de actos que se llevaron a cabo en casi todo el territorio nacional, hombres y mujeres del campo y movimientos sociales y populares de ciudad se sumaron a esta conmemoración, la que fue haciendo justicia al valor y la signifi- cación política de la Reforma Agraria en Chile. En esos actos retrocedimos en el tiempo para honrarla como uno de los hitos más importantes de nuestra dolida historia, que cambió las relaciones de dominación y postergación en que trabaja- ban y malvivían las familias campesinas de la época. Hacer memoria de ese importante acontecimiento no ha sido fácil: estas ac- tividades llenaron de emoción a muchos de esos viejos que vivieron intensamen- te la Reforma Agraria; los inquilinos de ayer que se pusieron al frente a conducir el proceso desde la naciente organización que floreció con fuerza en el campo, al haber sido, cinco meses antes, promulgada la otra ley, la Ley 16.625 de Sin- dicalización Campesina. Esos gloriosos momentos los impregnaron de vida y esperanza, se llenaron de júbilo y orgullo al comprender cuán importante era su trabajo, el producir los alimentos que la sociedad requería, el sentir que a pesar del aislamiento en que vivían no estaban solos. Fuimos muchas y muchos los que acompañamos ese naciente proceso. Desde el ímpetu de esos bellos años juveni- les, muchos estudiantes tomaron sus saquitos y “se las echaron pal campo” para aportar con un granito de arena a ese naciente proceso y celebrar junto a los cam- pesinos. Porque “la tierra pasó a las manos campesinas, a las manos de quienes la trabajaban, de quienes por siempre la habían sembrado”. Era, sin duda, la gran

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