Casta y sumisión. Chile a 50 años de la Reforma Agraria

Derivas Campesinas de la Reforma Agraria / Jorge Razeto – 115 Esta alternativa fue relativamente recurrente en campesinos que habían aprendi- do el valor de la autonomía y que de verdad creyeron que era posible salir adelan- te. Con todo, el discurso militar los llevó a endeudarse en un contexto en que la cora y el Banco del Estado habían cesado en su función subsidiaria. La mayor parte de estos campesinos también perdieron sus tierras, sea por procesos de em- bargo inminente o bien por venta “oportunista”. La tercera tendencia observada respondió a algunos campesinos que, ha- biendo recibido tierras, habían tenido también una participación activa en la época hacendal o en el periodo del asentamiento, o en ambos. Algunos pocos excolaboradores del fundo, en general capataces y personeros que tuvieron pues- tos estables o de responsabilidad en dicha instancia, que normalmente habían tenido también una posición de liderazgo durante el proceso reformatorio, lo- graron con mucho esfuerzo sobrellevar varios años de carestía y un tesón desme- dido para mantener la reproducción familiar y a la vez tener suficientes ingresos como para cancelar las deudas que inevitablemente acompañaron el periodo de contrarreforma: “Yo fui de los pocos que no vendí, salí adelante nomás, con mis plantitas, fui pillo porque le copié al patrón, que plantó parras, y yo también lo mío. Me en- deudé harto y tuve que pagarlo todo en hartos años que pagué todo, religiosa- mente cuando podía y otros años no tanto. La pasé duro, pero después ya me fui arreglando… incluso después le compré también a mi compadre [nombre], que iba a venderle al… y me dijo, mejor tú, mejor; así que le hice los puntos, pero fue hace poco eso”. (Excapataz, Salamanca, 2013) 36 . Cualquiera haya sido la opción adoptada, debieron sortear sobre todo el pago de deudas diversas. Cabe reconocer aquí la condición estructural que endeu- daba las parcelas de la Reforma Agraria, pues al momento de ser asignadas contraían una deuda a veinte años con el Estado. De hecho, hasta la actualidad se habla en el campo de “las parcelas cora” asociándolas inmediatamente a la cuota que anualmente debían cancelar los asignatarios individuales. Si bien se trataba de una cantidad de dinero relativamente razonable 37 para efectos de mercado, tampoco era fácilmente accesible su pago para quienes optaron por una economía de subsistencia. Más aún si se sumaban préstamos bancarios que amenazaban embargos en caso de mora. De esta manera, la venta de parcelas (o permuta por bienes menores) fue una tendencia recurrente entre los años 1974 y 1980: 36 Registrado en entrevista por trabajo grupal alumnos/as Antropología Rural, Facso, 2013. 37 Para el contexto post-Reforma Agraria.

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