La ciudad como campo de estudio morfológico: Escenarios latinoamericanos en tiempos de crisis
416 05 Teoría e historia de la ciudad fig11. Izquierda: Detalle de la calle ancha en 1880. Derecha: Puerto Real en 1880. Fuente: Archivo Histórico del Atlántico. 2.2 La invención de Barranquilla En un marjal del río Magdalena a unos 25 kilómetros de su desemboca- dura en el Caribe estaba Barranquilla: un sitio de libres sin fundación es- pañola, ausente de libros y mapas, erigido en villa en 1813. Se trataba de un antiguo cruce de caminos indígenas y varios puertecillos dispuestos en los canales del río y una ciénaga. Como sitio de libres, la ciudad recibía población antillana o de las ciudades españolas vecinas; era un punto de intercambio comercial y foco de contrabando lejos del control aduanero español, hasta la construcción del fortín de San Antonio en la ensenada de Sabanilla en 1799 (Blanco, 1987). Con la apertura del puerto marítimo de Sabanilla a las importaciones y exportaciones (1849-1857) y la fusión de las compañías de navegación fluvial en una única y poderosa Compañía Unida de Transportes de Barranquilla (1856) la incipiente población juntaría las condiciones para convertirse en el puerto marítimo y fluvial más impor- tante de Colombia. Hacia 1898 Barranquilla tenía ingresos aduaneros 3,5 veces mayores a los de Cartagena y 100 veces mayores a los de Santa Marta (Aguilera Díaz &Meisel Roca, 2009) y comenzaba a preparar un arsenal de intervenciones que catapultarían indiscutiblemente su primacía portuaria. 2.2.1. La ciudad imaginada El puerto de Sabanilla en el medio siglo XIX atraería familias mercantes oriundas de Cartagena, Santa Marta, las Antillas Holandesas y Alemania que, sumados a los británicos (establecidos desde épocas Bolivarianas), co- menzarían a gestar la clase empresarial barranquillera. Éstos vislumbrarían crear una ciudad moderna que albergara los ideales de la emergente nación colombiana, contra modelo de Bogotá y Medellín, consideradas “agentes del retroceso” (El Progreso, 1857), transformando el caserío y su rada pe- riférica en el puerto heredero de Cartagena de Indias, al servicio de un vasto y rico territorio. La maniobra más sugerente de estas intenciones se- ría el cambio de la toponimia parroquiana de la villa con conceptos uni- versales: la calles de “las Vacas” cambiarían por “el Recreo”, “Judas” por “del Banco”; “la Soledad” por “el Comercio”; “la Amargura” por “Real” y
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