La ciudad como campo de estudio morfológico: Escenarios latinoamericanos en tiempos de crisis
410 05 Teoría e historia de la ciudad población de Kingston, tres veces la de Cartagena de Indias y Cap Français y cinco veces la de Pointe-à-Pitre (Díaz & Roca, 2009; Knight, 2010). Con el fin de la Carrera de Indias y poco después las fiebres independentistas de las colonias españolas en América, el sistema territorial que había servi- do no solo a La Habana sino a las otras ciudades puerto en la región (como Cartagena de Indias o Porto Belo) se desmembraba (Fischer, 1992). En La Habana, la ocupación británica (1762-1763) no solo había redinamizado el comercio de su rada al declararlo puerto libre, sino también habían hecho cambios estructurales para el saneamiento de su economía, principalmente, un importante influjo de esclavos africanos importados para multiplicar la fuerza productiva de las haciendas azucareras. Desde ese entonces, la recia aristocracia habanera comienza a consolidar el control del hinterland y los valles del interior de la isla. En diez años, la producción azucarera aumen- taría en un 200%, y hacia 1820 Cuba desplazaría Haití como principal pro- ductor de azúcar en el mundo. Cuando en 1818 Fernando VII permite el libre comercio a Cuba, se completan las condiciones para la mutación de La Habana de puerto primado del comercio ultramarino español a ciudad cabe- cera de una economía de plantación (Keri, 1984; Sorhegui D’Mares, 2010). 2.1.1 Palacio Aldama y Vedado El control del hinterland en la emergente hegemonía plantocrática haba- nera afectaría directamente la composición social de la ciudad, su forma y paisaje urbano. Hacia 1830 el Real Comité de Fomento de La Habana planifica el ferrocarril que la comunicaría con Güines, el valle más fértil de la isla (Bazzani, 1991). En este momento las familias de la oligarquía habanera se alían con los comerciantes peninsulares que monopolizaban el comercio de la isla, creando así una burguesía comercial e industrial ba- sada en la plantación esclavista. Estos procesos se conjugan en un creci- miento demográfico exponencial: en 1792 La Habana cuenta 51.307 ha- bitantes; en 1828 cuenta 122.023 y en 1863 alcanza 205.233 habitantes, los cuales ya habrían consolidado una serie de barrios extramuros que con- formaban un conjunto urbano de igual tamaño que intramuros y alber- gaba al 67% del total de la población (Pérez Fuentes & Valverde, 1999). En este contexto el hacendado esclavista Domingo de Aldama y Arrechaga levantadandoalCampodeMarte (por fueradel perímetroamurallado) laobra de arquitectura más costosa en la Cuba del siglo XIX: modelo por excelencia de la arquitectura en que la nueva oligarquía plasmaría el símbolo de su éxito y sus pretensiones universales. El palacio Aldama era una declaración con- tundente de ruptura con la tradición colonial de la ciudad; erigido en piedra, ocupaba una manzana entera y adoptaba un lenguaje historicista europeo en el que se conjugaban elementos clásicos, renacentistas y barrocos italianos.
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