La ciudad como campo de estudio morfológico: Escenarios latinoamericanos en tiempos de crisis

409 Las ciudades del Caribe funcionan simultáneamente como Fenicia y Ale- jandría: espacio articulador de sus economías nacionales, centros de aco- pio y de procesamiento de materias primas, puntos de entrada de nue- vas tecnologías, ideas, y valores. Sus ya fuertes tradiciones experimentan la incursión de nuevas expresiones de la sociedad y de nuevas formas de pensar y habitar el espacio urbano a la par que reciben culturas lejanas como la china, la india o la sirio-libanesa o judía. Tradición y moderni- dad, construcción identitaria del Estado-Nación y principio de apertura al mundo, localismo y universalidad, son algunas de las tensiones ideo- lógicas que existen aún hoy y que condicionan las ciudades de la cuenca. 2. La ciudad como dispositivo de modernidad El concepto filosófico de dispositivo se refiere, según Giorgio Agamben, “a todo aquello que tiene, de una manera o de otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de seres vivos” (Agamben, 2014, 31). En este orden de ideas, la ciudad moderna (y el pensamiento urbanístico que funciona como su motor), puede ser considerado como un dispositivo tal y como lo define Giorgio Agamben en tanto a su capacidad de organizar y manipular directa o indirectamente la conducta de los ciudadanos (Cochard, 2017) y direccionar sus opiniones a través de sus narrativas y metadiscursos. 2.1. Habana: la gran ciudad de las Antillas Las características de su bahía y localización estratégica hicieron de La Habana el principal enclave portuario del comercio de Indias (Sor- hegui D’Mares, 2010) debido a su condición de puerto de reunión de la Carrera de Indias para el regreso de las flotas del Perú y Nueva Es- paña. Con la decisión de la Corona de mantener una guarnición arma- da en La Habana y fortificar su bahía, se constituyen los pivotes estruc- turantes de la ciudad hasta finales del siglo XVII: el astillero en servicio de los navíos de la Carrera de Indias y la flota de indias, y los castillos del Morro y La Punta que garantizarían el desarrollo urbano al res- guardo de la amenaza constante de piratas u otras potencias hostiles. La actividad portuaria y la presencia del astillero serían motor económico y armazón social de La Habana, exigiendo de la ciudad alojamiento y alimen- to suficiente para un número elevado de población flotante y una importan- te presencia de población activa. A mediados del siglo XVIII, La Habana no solo era el enclave portuario antillano más importante, sino también la ciudad más poblada y la que contenía la estructura social más compleja y cosmopolita de las Antillas. En 1792 su población era más del doble de la

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