La ciudad como campo de estudio morfológico: Escenarios latinoamericanos en tiempos de crisis

212 03 La ciudad post-crisis Para necesidades como el saneamiento y el mejoramiento de vías, la co- munidad ha optado por aprovechar oportunidades de carácter clientelar; el patronato ha realizado gestiones con funcionarios de la AMDC para el proyecto de pavimentación de la calle principal, y muchas familias de forma individual realizan gestiones con los “Guías de Familia”, que re- presentan a la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social (SEDIS) en cada barrio para distribuir beneficios asistenciales como letrinas, lámi- nas y pisos de concreto que son promovidos por el gobierno de turno. 5. Conclusiones El Capital Social Comunitario es débil en la comunidad de Santa Clara. A pesar de que existen vínculos familiares entre los miembros que pueden propiciar la reciprocidad y la cooperación, existen condiciones y dificultades en el desarrollo de proyectos colectivos que debilitan las dinámicas sociales internas y disminuyen la frecuencia con que se observan “comportamientos confiables”. Los vínculos con los que cuenta cada miembro de la comunidad no repre- sentan un soporte social para consolidar una red colectiva; al contrario, la mayoría de los miembros prefiere mantener una vida en privado y abstener- se de socializar dentro del barrio. Para acceder a proyectos de infraestructura básica, los recursos han sido movilizados por actores que mantienen una gran cuota de poder y son quienes tienen los recursos para realizar conexio- nes con agentes externos. Si estos actores desaparecen de la comunidad, esa capacidad de establecer vínculos a lo externo del barrio se pierde con ellos. De hecho, no se puede afirmar que el barrio es producto de acciones colec- tivas, pues las motivaciones más fuertes para asentarse en el barrio se ven relacionadas a las posibilidades que oferta ese mercado informal de suelo. Las dinámicas institucionales de intervención a escala familiar, no repre- sentan beneficios en términos de participación y fortalecimiento de la organización y cooperación comunitaria. No se encontró una relación en- tre la participación y el hecho de pertenecer a una familia que haya sido beneficiada por algún programa de beneficio individual, como la vivien- da de TECHO o los impulsados por la SEDIS. El primer caso refleja lo que Durston (2005) llama “semiclientelismo”, y el segundo representa un “clientelismo pasivo” que crea dependencia al esperar que las personas sean receptores pasivos de sus productos. Entre los procesos institucionales del gobierno local y central existen incongruencias que condicionan el verda- dero aprovechamiento de los programas que se ejecutan, y dejan en evi- dencia que no existe una estrategia conjunta para el mejoramiento de estos barrios ni de las condiciones de pobreza que imperan en nuestra sociedad.

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