La ciudad como campo de estudio morfológico: Escenarios latinoamericanos en tiempos de crisis

130 02 Espacio público y proyecto urbano en la ciudad contenporánea porcionar –o de no proporcionar– elementos simbólicos permite, si, como afirma Valera, “la apropiación del espacio puede considerarse un proceso fundamental en la configuración de la identidad social urbana” (1993: 85). Hemos analizado hasta aquí mayormente las decisiones sobre el diseño del espacio público en el Barrio Chino. Retomando la perspectiva desde las personas usuarias del lugar, podemos agregar un paralelismo con la visión de De Certau. El filósofo llama estrategia a las acciones mediante las cuales un sujeto de poder reconoce un espacio para imponerse sobre el mismo (De Certau, 1984). Esta delimitación racionaliza su accionar y le permite controlar la relación que establece con una “exterioridad” –en este caso: con- sumidores, turistas, comerciantes– a la vez que visualiza, vigila y predice sus variables. Coincide con esta postura Delgado (2007: 14) cuando afirma que “Esa voluntad de amaestrar lo urbano es lo que explica la tarea del urbanista en muchas ocasiones, que suele ser la de propiciar la quimera política de un espacio urbano orgánico y tranquilo, estabilizado o, en cualquier caso, sometido a cambios amables y pertinentes, protegido de las dinámicas que lo convertirían a la menor oportunidad en escenario para el conflicto”. Es decir, el control del espacio a través del diseño ofrece un control del usua- rio, limitando las posibilidades de una espontánea apropiación espacial. Se permite el uso de los elementos que han sido ya delimitados, controlando la funcionalidad de cada sector. Las dinámicas permitidas en este lugar son las del ocio y consumo, y ocasionalmente la de celebración, debidamen- te planificada. No se manifiestan las disputas con vecinos, ni la irregula- ridad de los inmigrantes no registrados, ni la discriminación hacia ellos. Para Torres (2016: 17) “El Barrio Chino de Belgrano concentra los sig- nos y marcas culturales, pero no articula en él la vida étnica” dado que las actividades primordiales en él desarrolladas son la turística y la comercial; la comunitaria, si bien existe, es menor y no tan conocida. Si bien no se puede negar el valor del intercambio cultural que se da a través del co- mercio y la exhibición símbolos, cabe preguntarse qué clase de red social se desarrolla e impulsa desde la forma urbana planteada, y si ésta apo- ya o no las relaciones interculturales dentro de la ciudad para, simul- táneamente, repensar las distintas visiones planteadas sobre los otros. Las decisiones en pos de obtener una imagen de ciudad global guia- das por estrategias de mercado parecen haber derivado en operacio- nes urbanas dispares y las calidades espaciales que se han buscado y se ofrecen replican las situaciones sociales preexistentes de postergación de algunos colectivos frente a otros, menos favorecidos. Se presenta fi- nalmente la demanda sobre la distribución desigual de recursos para ge- nerar espacios de calidad que representen a los distintos grupos que conforman el tejido social que, en algunos casos, reproduce y refuerza

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