La ciudad como campo de estudio morfológico: Escenarios latinoamericanos en tiempos de crisis

129 identidad étnica o religiosa compartida, ha ocultado una realidad mu- cho más dinámica e inestable”. Podríamos ampliar: la idea de identi- ficar a una comunidad como confinada a un espacio urbano determina- do ocultaría tanto las relaciones interculturales e hibrideces como las problemáticas de la propia colectividad por fuera de los límites dados –sobre todo, en un caso como este que, como se ha visto, no es el sec- tor de mayor concentración residencial de la colectividad en cuestión. Ante la etnización de ciertas áreas se nos presenta una reflexión sobre el control de los canales de comunicación intercultural –las esculturas, los carteles traducidos, la simbología exhibida: según Torres (2016: 13) “el proceso de ‘etnización’ coincide en algunos casos directamente con la re- cualificación urbana de la ciudad que enfatiza el lugar de la cultura como un recurso central para dicho proceso y contribuye a la construcción de una ciudad multicultural tanto como al control de la diferencia”. Esta dife- rencia controlada disimularía las voces de otros tipos de diferencias –eco- nómicas, sociales– que existen con este y otros colectivos de inmigran- tes, la imagen de la multiculturalidad porteña estaría siendo manipulada. El hecho de que un espacio sea reconocido como atractivo turístico brinda un rédito económico a la ciudad, pero en este caso simultáneamente se tor- na en un espacio simulado e inteferido donde el encuentro con el otro ya no resulta en un descubrimiento: “Aquello que el consumidor-turista encuen- tra tiene que coincidir con la fotografía de la publicidad” (Muxí, 2009). Allí el contacto es más cercano a la exhibición que al diálogo. Si el proceso inter- cultural refiere a una expresión compartida, y ésta está intervenida desde los espacios de poder, cabe la duda sobre la autenticidad de esta comunicación. Reforzando lo antedicho, desde la psicología ambiental Valera (1993: 79) resalta la importancia simbólica de los entornos urbanos y sostiene que la relación con el entorno “se traduce también en un verdadero ‘diá- logo’ simbólico en el cual el espacio transmite a los individuos unos de- terminados significados socialmente elaborados y éstos interpretan y reelaboran estos significados en un proceso de reconstrucción que enri- quece ambas partes”. Así, la operación desde los espacios de poder sobre los elementos de comunicación intercultural podría modificar la percep- ción sobre los lugares y las colectividades que los ocupan. En un marco de diversidades identitarias –especialmente en situaciones espacial y eco- nómicamente diferentes– sería entonces posible afirmar que la facilita- ción de elementos simbólicos, así como la de una imagen urbana positiva, podría actuar en favor de unos espacios urbanos en detrimento de otros, fomentando un reconocimiento desigual por parte de terceros de cada colectividad y su espacio según intereses particulares. Es relevante tam- bién reflexionar sobre el grado de apropiación que estos modos de pro-

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