Umbrales del Arte. Creación y Estímulo

Amanda Fuller 70 para saber que dice. Así es la vida en mi MAPU Inchiñ müley taiñ Kümedunguleal, taiñ ngülamtuleal Hemos venido para decir nuestra palabra vayamos donde vayamos. El decir mapuche es una responsabilidad con el universo en el que somos. Por eso, ese decir tiene que ser bello, respetuoso y dignificante a partir de su propia fuerza, de su propio newen . Y es ese newen propio el que nos sostiene en los momentos más difíciles de nuestra vida. Hay que fortalecer el newen propio nos decían los abuelos, haciendo ejercicios físicos, alimentándose, reflexionando y, sobre todo, siendo uno en y con la naturaleza, con el entorno. Ahora puedo expresarlo en winkadungun como el comprenderse uno como parte de un todo mayor en el que somos, donde animales, plantas y seres espirituales conviven e interactúan con nosotros afectándonos mutuamente en cada acción u omisión. Espero que algo del rakizuam de mi abuelo esté en esas palabras. Lo que sí sé es que la poesía estuvo en el regazo de mis abuelos mapuche desde mucho antes que yo naciera. Provenía de esos relatos pewenche de mi papi sobre su cordillera tan añorada, como terrible; estaba también en las historias de los parientes de mi mami venidos desde distintos lugares de Chile a visitarnos (en la diáspora mapuche mi familia se extiende a lo largo de este país); estaba también en esas intensas conversaciones de mis abuelos en el consultorio médico del pueblo, con cuanto vecina/o, campesino/a o pariente se acercara; y estaba sobre todo, la poesía, en esa forma propia de ellos de encontrar la belleza en cada elemento de la naturaleza que nos rodeaba, como en cada cosa que podíamos o debíamos hacer los ocho menores de la familia. La belleza era celebrada en la casa de mis abuelos. Los colores, las palabras, las flores, los insectos, las piedras, el cielo, las frutas, los árboles, las nubes, las aves: todo aquello que cabía en nuestra mirada contenía de algún modo la belleza, y nos enseñaron a observarla, a sentirla,