Umbrales del Arte. Creación y Estímulo

Amanda Fuller 66 Preparatoria (hoy enseñanza básica) y en las Humanidades (hoy enseñanza media o secundaria) fueron mis lecturas de la adolescencia. El Siglo de Oro español, al contrario que a muchas de mis amigas y amigos, me hicieron imaginar otros mundos. Esos libros que aún permanecen en la casa familiar me devuelven al cariño de esas tías, la Evita y la Nena, que se marcharon demasiado pronto para devolverles algo de su dedicación hacia nosotros. Los libros juveniles y de entretención, bellamente empastados, los heredamos de un vecino que tuvo que abandonar el pueblo donde vivíamos. Estos se transformaron en el regocijo permanente de los veranos. Las enciclopedias, obsequiadas por las hermanas misioneras de la escuela católica donde estudiaron mis ocho tíos y tías, mi madre, mi hermano y yo, me sumergieron en un mundo de colores y objetos que me permitían pasar del presente al pasado y al futuro con la calidez de las páginas. Mis abuelos ciertamente se obstinaron en nuestra educación asumiendo sin cuestionamientos que la gente educada era gente buena. Así lo habían aprendido de gente amable y educada que conocieron en su vida. En ese mundo ya mezclado, mestizado, híbrido, sincrético, en el decir académico, aprendí la palabra poética, la estética mapuche abigarrada y lucida. La política la aprendí en las noticias que sagradamente escuchábamos en la radio de la cocina de mi casa, cada mañana de cada día, de esos largos años de la dictadura que ocupó mi infancia y adolescencia. Allí, la palabra poética y la política se unieron indisolublemente en mi historia, como en la de la mayoría de las y los poetas mapuche publicados hoy en distintas lenguas del mundo. La dictadura y sus heridas traían otras heridas y otros relatos a la memoria mapuche. Yo formo parte de la generación posterior a aquella que reinició las reivindicaciones culturales y territoriales mapuche en la década del ochenta; soy de aquellas y aquellos a quienes nos dijeron a inicios de nuestra juventud que un cambio era posible prometiéndonos la alegría con un arcoíris y un

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