Umbrales del Arte. Creación y Estímulo
Amanda Fuller 58 El cuerpo, como conjunto de sistemas, nos permite desplegarnos, comunicarnos, movernos en el mundo, interactuar con éste en un devenir permanente de interacción. Supone una constante movilización de nuestras estructuras psíquicas y emocionales en armonía y equilibrio con este cuerpo- casa que habitamos. No siempre nuestro sistema cuerpo es capaz de mantener ese maravilloso equilibrio, esa homeostasis maestra y autónoma que nos cuida con sabiduría ancestral. Enfermamos por distintas razones, bloqueando nuestra energía psíquica y emocional, produciendo estancos que afectan el flujo de nuestras estructuras internas. En este estado, nuestro sistema busca recuperarse. Necesita abrir nuevamente los canales que se encuentran obstruidos, para descomprimir y volver a movilizar lo que se ha detenido. Recurrimos a diversas formas y herramientas con el fin de recuperar el bienestar. Buscamos dentro de nuestro interior salidas a nuestras diversas preocupaciones y malestares. Paradójicamente, sin embargo, muchas veces este acto de rumiar nuestros pensamientos, encapsula y aprieta cada vez más nuestros nudos internos, sin que esta energía psíquica y emocional emerja virtuosamente para recuperar nuestra armonía. Y el sonido surge; despierta y conquista un espacio que nuestra propia materialidad no alcanza. Como la nueva vida que se aterra a la incertidumbre, lanzando su poderoso llanto, como ancla que se clava en el corazón de la madre. El sonido, nuestro sonido, es también nuestro aliento, nuestro temblor, nuestros miedos, nuestra motivación, nuestra extensión cuando el cuerpo se agita, se aquieta o cuando se paraliza. Y en su forma invisible, nos muestra los rincones que no podemos alcanzar dentro de nuestro propio ser. Puedo decir, por lo tanto, que:
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