Umbrales del Arte. Creación y Estímulo

Amanda Fuller 48 El teatro, escuela de la vida El teatro aparte de recrear, entretener, identificar y educar es un "método de inteligencia emocional" que debería formar parte del currículo escolar. El instrumento para aprender a conocer y luego a vivir el teatro es nuestro cuerpo, perfectible en todas sus capacidades. Mente, cuerpo, emoción que a través de experiencias, dinámicas y conocimientos técnicos perfeccionan aptitudes. Esto significa descubrirnos, conocernos, saber cómo funcionamos para aprovechar todo el potencial que poseemos con el propósito de adquirir dominio en lo profesional, lo humano, lo social, cultural, etc. Lamentablemente a nivel gubernamental se olvidó que, en la Primera Conferencia Internacional Sobre Teatro, organizada por la UNESCO y celebrada en París en 1952, se afirmó que: "El teatro constituye un elemento importante en niños y jóvenes". Basada en mis experiencias y habiendo atendido a todos los grupos etarios agregaría que no solo es importante, sino que es útil para todos los que lo practican. Me referiré a los Adultos Mayores, cuyas edades van generando fragilidad en muchos aspectos, tales como mejorar su autoestima, aprender a asumir su soledad, mitigar sus estados de salud, pérdidas, recuerdos. En mis grupos, independiente de que aprendan a actuar, me preocupo de que aprendan a valorarse, a dirigir y positivizar sus pensamientos, a cultivar la alegría, a solidarizar, amantener la tolerancia, a valorar lo que los beneficia y a desechar lo que los perjudica, encontrar momentos para disfrutar de un sueño común que se hizo realidad. En síntesis, que siempre serán un segmento importante de la sociedad. Unos llegan para realizar lo que nunca pudieron ya sea por ser madres ocupadas, por un impedimento de los padres, o simplemente indagar en una nueva actividad. Citaré tres casos muy significativos, de entre muchos otros: Una señora viuda hacía un corto tiempo, que muchos años atendió a su marido postrado, estaba con gran depresión y por sugerencia médica llegó hasta mi taller; tímidamente y con un rostro decaído, se justificaba que ella era novata y que no sabía si “serviría para algo”. La recibí como correspondía,

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