Umbrales del Arte. Creación y Estímulo
Umbrales del Arte. Creación y Estímulo 31 Presencia evadida que repite a los ojos ante el blanco, nuevamente. Soledad en busca de compañía, la palabra poética establece tratos con lo viviente, aun cuando jamás pueda desatender aquello que, fatigado, pasa de este mundo. Las ofensas de la injusticia y la hermosura volátil de los mirlos conocen de acogimiento y razón de ser, con pleno derecho, en la atención del poeta. Nada de lo humano le es ajeno, para decirlo con ecos de Terencio. Pero nuestra palabra es miniatura que replica a la Otra, la que dijo el mundo. Posee la grandeza de su origen y del encargo permanente de nombrar y de renombrar, una vez y otra, el elenco habido en tierra y cielo. El elenco de experiencias y los tratos de intimidad y exterioridades pueden recibir la mención sugestiva y metafórica del vocablo; pero éste no es dador de vida esencial. El resplandor y la fragilidad de la palabra poética me ha sido, por igual, asistencia y confirmación de paradojas y de asombros. Acodado en la desprevención o dispuesto al ímpetu de los llamados, se ahonda el momento y crece de él una especie de doble que abriga en la intemperie. ¿Por qué decir, decirse con renovado afán, sabiendo que la palabra en el tiempo solo aproxima vísperas, reiteraciones, consistencias deslizadas? Me es dable aseverar la enormidad de compañía deparada por las obras poéticas de los demás. Les soy tributario de cuanto en mí han alentado con su silencio y con el reverbero de sus dichos. Quizás la escritura poética corresponda a un afán de tornar coincidentes las orillas del silencio, después de la visita con que nos distingue y forja la presencia, el anhelo, la maravilla, los episodios y lo que espera nombre. La escritura es siempre un todavía. Probablemente deba ver en ese aún el motivo de algunas sílabas pendientes: "Se abre paso una voz" :
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