Umbrales del Arte. Creación y Estímulo
Amanda Fuller 136 en fechas especiales. Hacía de todo, tocaba guitarra, cantaba, preparaba los coros, actuaba en las obras de teatro. Cuando viajaban a Santiago compraba la revista "Escena", que dirigía, pero H. Malbrán, en donde aparecían sketches que luego adaptaba a la realidad del pueblo. Creo personajes que a través del tiempo se recordaban o se recuerdan. Además, era un imitador nato. Los italianos que llegaron a innovar en la agricultura, en especial el cultivo del tomate, eran sus predilectos, como también los gringos. Don José Stegmeier, alemán, cura párroco de Sotaqui, le pedía que lo imitara, celebrándolo con grandes carcajadas. La Escuela N° 11 me tuvo entre sus alumnos. Mi madre me enseñó a leer y ha decir los primeros versos que después fui repartiendo por el mundo. Pero en los tiempos en que las grandes sequías asolaban los caminos y las cosechas eran muy malas, me enviaron a estudiar al sur, a Valdivia. Así pasé en un ir y venir constante. Cuando terminé las preparatorias, mis padres decidieron dejarme con ellos. Mi madre, fervientemente cristiana, decidió que el Seminario de la ciudad de La Serena era lo más adecuado. En aquella ciudad descubrí el cine y el circo y ambos me apasionaron, lo que hoy es “La Recova” pude conocer la magia del escenario de lo que era un “teatro móvil” que, de acuerdo a la premisa del entonces Presidente de la República don Pedro Aguirre Cerda, que preconizaba “gobernar es educar” recorrían el país con ese objetivo. Más tarde sabría de la existencia de Alejandro Flores, Rafael Frontaura, Elena Puelma, Pepe Rojas. Juntaba mis chauchas para verlos desde la galería del Teatro Nacional, donde había descubierto un lugar sobre el escenario, desde el cual podía observar como preparaban los actores su salida a escena, concentrándose algunos, repasando texto otros, mientras ellas retocaban su maquillaje, el peinado o daban la última mirada al vestuario. En fin, eso era para mí, un momento mágico. Muchos años después fui a actuar en esa sala que hoy, desafortunadamente, no existe. Desde el escenario, sin proponérmelo y obedeciendo a un impulso
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