Umbrales del Arte. Creación y Estímulo
Amanda Fuller 130 En la calle me encontraba, encaminado a un parque escondido detrás de un edificio semidestruido. Me senté en una banca y me puse a pensar, a soñar y a ver con absoluta detención y detalle, todas las cosas que fluían y se iban a la eternidad, huyendo del bello instante. Por acá una mariposa, por allá un ruiseñor, por allá un zorzal posado en una agua estancada ¡que feliz se encontraba! Por allá veía en detalle las hortensias bañadas de rocío mañanero, incrustadas en un lugar que no les correspondía, más allá reposaban los troncos de un árbol sin ramas ni flores y aún mas allá, o más acá, observaba con un detenimiento aún más minucioso a las Hibiscus que, como única realidad, nacían, maduraban y volvían a descansar en un mismo día. Sentado en la banca me encontraba, aún sin hallarme, rebuscando en lo externo interiorizándome en una interioridad sospechosa y desconocida. ¿Para dónde voy? ¿adónde estuve? Se me venían a la memoria versos sueltos de poemas que leí hace mucho tiempo: “recuerde el alma dormida... que descansada vida... del nicho helado en que los hombres te pusieron... hay golpes en la vida tan fuertes, ¡yo no sé!” En el momento, aparecían reflejos de pinturas, esculturas y escritos maravillosos que me hacían replantearme el estar en aquel parque. ¿Dónde vi una escena similar? Millet, Monet, Renoir, Rodin, Kafka, Proust, Goya, Borges, Pessoa, Onetti, Sor Juana, Papini, Pizarnik, VirginiaWoolf, y venían resonando pasos lejanos, acercándose en silencio, cual película de Hitchcock... Llegando dichos pasos, se sienta el texto escrito a mi lado, la pintura, la escultura y una música celestial - ¿será acaso Vivaldi, Bach, Louis Armstrong? -, saco mi cuaderno, y me pongo a transcribir, cual objeto poseído, un poema ya escrito, en silencio... Aquel día en el parque
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