Umbrales del Arte. Creación y Estímulo

Amanda Fuller 126 por esa misma razón es la mejor forma de conocer nuestra verdadera y contradictoria condición. Comparto mis íntimas visiones, unas pequeñas pautas de amor, construidas en base a aquello que algún día un escritor del Japón llamó 'del último momento'. Sin temor al equívoco, al balbuceo que caracterizó mis primeros pasos, puedo afirmar, con la cabeza en alto, lo que alguna vez dijo Papini, que no he sido más que un pequeño Prometeo que tiene en su pecho el buitre del remordimiento, porque con el fuego robado solo supo quemarse a sí mismo. Ahora confirmo aquella sentencia y la traslado a mi persona, ahora que el pensamiento y las desbordantes lecturas me han acariciado y añadido colores fantásticos, ahora que el pensamiento es mayor de edad, ha añadido una única policromía que me abraza con las infinitas lecturas que he ido sumando a mi repertorio, que, sin embargo, ha añadido monocromía infausta a todo cuanto he podido hacer y querer. Me he visto cercado como si entrara corriendo a un bosque en los albores nocturnos de una noche de otoño, cubierto por un manto indefinible de cenizas de ensueño, he recorrido largos tramos corriendo, desesperado por encontrar aquellos espejos que rehuían de mi reflejo, buscaba aquellas manos que avanzaban sin tocar la mía, me asustaba al ver aquellas sombras que pasaban y se devoraban unas con otras, y tras haber recorrido otro tanto y al contemplar mi estado, solo atiné a suspirar, a sentir y abrazar aquel tambor incesante que late en mi interior. He visto las pocas manos que se han detenido a esperarme, y como tal, sigo y seguiré adelante. Solitario y salvaje como Orlando o como Dante guiado por Virgilio, avanzaré por el bosque, quizás empujando una piedra, trataré de llegar hacia un lugar para luego ver caer mis esfuerzos y así volver a comenzar.

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