Situando territorios desde la interseccionalidad: terminos clave desde el sur

50 permiten la reproducción de la vida. Las prácticas cotidianas de habitar se caracterizan por la forma interdependiente en que se llevan a cabo (Jirón y Gómez, 2018). Desde ahí es posible identificar las dimensiones que conforman la espacialidad del cuidado, las cuales se relacionan con los sujetos, prácticas, materialidades y objetos, lugares, temporalidad y afectividad de los cuidados. Las prácticas de cuidadoserefierenaaquellasactividadesqueserequierenpara reproducir la vida como criar, comunicarse, mantener la salud, alimentar, asear y mantener la ciudad, proveer de estabilidad emocional y afectiva, entre muchas otras. Los lugares de cuidado se refieren a los espacios donde suceden las labores de cuidado, incluyendo lugares de cuidado de niños como guarderías, el hogar, hospitales y centros de salud, lugares de alimentación, parques, bibliotecas, museos, entre otros. Estos serían espacios para cuidar y ser cuidados. Las materialidades del cuidado se refieren a cómo los objetos, cuerpos, edificios o materiales se vinculan y dan forma a la naturaleza y posibilidad de cuidados. Estos incluyen los pavimentos, coches de bebé, automóviles, viviendas, edificios, formas en que los diversos cuerpos pueden o no moverse a, sobre, con, en, desde estas materialidades. Por otro lado, se encuentra la discusión sobre quiénes son sujetos de cuidado. Éstos no sólo son receptores de cuidado, sino también son activos dadores de cuidado, es decir que estas relaciones son siempre interdependientes. Estos posibles sujetospueden incluir: personas enfermas,migrantes indocumentados, allegados, niños y niñas, personas mayores, jóvenes, el medioambiente, cooperativas alimenticias, entre muchos otros (Power y Williams 2020). Cabe destacar que las infraestructuras de cuidado y las movilidades del cuidado están intrínsecamente relacionadas. No solo se estima que los propósitos de viaje hacen que las experiencias de aquellas personas a cargo de diversos cuidados sean más complejas (Sánchez de Madariaga 2016; Rico y Segovia 2017), sino que la no consideración de los cuerpos que se mueven por la ciudad, al ser vistos de manera

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