Agresiones sexuales: reflexiones acerca de las intervenciones psicológicas [Volumen VII]

172 Agresiones Sexuales. Volumen VII . Elías Escaff Silva, María Isabel Salinas Chaud, Paula Flores Zúñiga y Carolina de la Fons Díaz ende, lo reconoce como un legítimo otro digno de consideración y valoración” (Martínez, 2008, como se citó en Martínez 2012, p. 101). Por tanto, la formación de un buen vínculo terapéutico se transforma en uno de los primeros objetivos a trabajar dentro del proceso de atención, lo que se enmarcaría dentro de las tres eta- pas de superación de las consecuencias del abuso (Dolan, 1997, como se citó en Llanos y Sinclair, 2001). Las tres etapas de superación de las consecuencias del abuso son: Reconocerse como víctima, la que supone que el NNA pueda registrar la vivencia abusiva y la desigualdad de poder que ella conlleva; reconocerse como sobreviviente, es decir, visualizar los recursos personales y circunscribir el abuso en el tiempo, enten- diendo que fue una parte de la vida, pero que no debe definir su presente ni su futuro; y una tercera etapa que se denomina celebrar la vida , esto es, lograr visualizar un futuro libre de las consecuen- cias del abuso sexual en el cual la persona logra retomar el control de su vida, el que le fue arrebatado en algún momento por el agresor (Dolan, 1997, como se citó en Llanos y Sinclair, 2001). Así, el acompañamiento del psicólogo como sujeto orientador se configura como un aspecto imprescindible, tal como lo plantea Martínez (2012): “el psicoterapeuta, gracias a su formación y expe- riencia clínica previa, conoce la ruta. El niño no y, siendo además pequeño, tiene buenas razones para estar asustado al momento de comenzar la marcha que le propone la psicoterapia” (p. 104). Se pone de manifiesto la relevancia de contar con procesos psicoterapéuticos con un sentido éticamente pensado, que se en- cuentre orientado hacia las necesidades del NNA, para lo cual el conocimiento teórico y práctico resultan fundamentales, debido a que “es en la relación con otro donde se puede re-mirar el horror, sin quedar atrapado (estropeado)” (Álvarez, 2005, p. 125). Resulta fundamental destacar otro elemento insustituible y necesario para sostener el proceso terapéutico, el sistema familiar o la figura adulta responsable, que debe funcionar como el sopor- te de la terapia. Es así como en casos de NNA que han sido agredi- dos sexualmente, esto resulta particularmente complejo, debido a que existen patrones vinculares en ese contexto familiar que no han permitido visualizar el abuso, facilitando su cronificación

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