Una propuesta práctica para integrar la evaluación formativa y el curriculum
42 UNA PROPUESTA PRÁCTICA PARA INTEGRAR LA EVALUACIÓN FORMATIVA Y EL CURRICULUM Una vez concordadas las pilas, se formula la descripci n de cada nivel (pila) o se ajusta la r bri- ca formulada, de acuerdo con los ejemplos que cada pila aglutina. Se busca la mayor claridad y precisi n en la redacci n de la r brica, con la intenci n de que propenda a una nica lectura. En este sentido, se recomienda evitar el uso de palabras como “adecuado”, “apropiado” y simi- lares, ya que con estas palabras la calidad que se est intentando describir se torna invisible. En ocasiones esta indicaci n es difícil llevar a la pr ctica, ocurre incluso que varias r bricas del IB contienen estas denominaciones. Sin embargo, lo que se hace en este programa es compartir ejemplos que ilustran lo que se considera “adecuado” o “excelente”, y reflexionan en conjunto sobre estos ejemplos de modo ir construyendo un entendimiento colectivo de lo que repre- sentan estas denominaciones. La discusi n que encarna este ejercicio revela lo que cada docente típicamente valora en el desempe o y muy frecuentemente nos sorprendemos al saber que nuestros colegas obser- van elementos relevantes distintos a los nuestros, o que valoramos de forma diferente lo que ahí se observa. Esta conversación es muy fructífera como manera de formular o verificar una r brica y también lo es para visibilizar nuestras creencias profundas acerca de las dimensiones del aprendizaje que consideramos importantes. En relaci n con este segundo aporte, a veces nos sorprendemos de vernos a nosotros mismos valorando aspectos de un ejemplo que, en términos declarativos, quiz s no consideramos como importantes de un prop sito. Por ejem- plo, el orden y limpieza de un escrito en una dimensi n que es de comprensi n, o qué tan bien est pintado un dibujo que pretende observar el autoconocimiento o autoimagen de los y las estudiantes. Estos descubrimientos pueden resultar muy enriquecedores para un equipo pro- fesional que aspira a compartir criterios para observar y evaluar el progreso del aprendizaje de sus estudiantes de manera coherente y com n entre sí. El poder de los criterios y las r bricas no es m gico. Trabajar en su desarrollo es parte de un proceso interrelacionado de definiciones y prácticas curriculares y evaluativas y, por lo tanto, su potencial transformativo se relaciona con el conjunto de otras decisiones que se toman. Como muchas transformaciones en educaci n, se requiere invertir tiempo y en particular la cons- trucci n de r bricas resulta complicada. En nuestra experiencia, las y los docentes a menudo expresan frustraci n en sus primeros intentos, sobre todo frente a la redacci n de los niveles de la progresi n, clave para generar un entendimiento com n que permita aclarar “el norte” de la dimensi n para con los y las estudiantes, y cumplir con la promesa de reducir la subjetividad y la arbitrariedad de la evaluaci n. La perseverancia frente a este desafío vale la pena, si pensamos que, una vez identificado un ordenamiento, se puede conservar por un tiempo medianamente largo, no teniendo que revi- sar o, peor, inventar los criterios y r bricas para todos los nuevos eventos evaluativos. Adem s, esta inversión y esfuerzo significa encontrarnos como docentes en una empresa común en torno a unos prop sitos compartidos, lo que indudablemente es una bondad tanto para los y las estudiantes como para nosotros mismos.
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