Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 95 - Víctor Orellana y Fernando Carvallo forma consistente (Ahumada, 2019; Solimano, 2018). Aunque la movilidad social vía educación a nuevas posiciones ocupacionales de clase de servicio existe, una medición ponderada de su extensión en la sociedad no excede del 5% al 10%, como profundizaremos adelante (Orellana, 2021; Ruiz Encina y Boccardo, 2014). Agrava lo anterior el hecho que el anclaje educativo de es- tos sectores sigue siendo el viejo sistema de universidades tradicionales o el nuevo espacio de universidades elitarias, las que monopolizan aquellas po- siciones desplazando hacia abajo a los egresados de las nuevas instituciones masivas (J. González, 2019; Méndez y Gayo, 2018). El nudo en esta serie de resultados no buscados de la expansión —la falla del cae, la deserción, el carácter de las decisiones, etc.—, es que el debate lo- cal hipertrofia su aproximación a la realidad con categorías analíticas nega- tivas, las que comportan una fuerte carga normativa hacia los individuos. Lo que partió como una opción por la agencia para evitar el determinismo es- tructural, derivó en un fuerte pesimismo subjetivo, en una suerte de descon- fianza en la capacidad y orientación racional de las personas. Parecían con- verger las dos limitaciones epistemológicas de cada paradigma: el fatalismo de los críticos y el individualismo de los adeptos de la teoría del capital hu- mano. Es que el paradigma observa límites en prácticas individuales estable- cidos por la desigualdad, sin advertir los conflictos más globales; o, dicho de otro modo, los conflictos globales de la sociedad aparecen como una raciona- lidad y performance no esperada o subóptima de los individuos. Esta discusión negativista luego se proyecta en una serie de políticas de intervención y corrección también imbuidas del horizonte normativo del pa- radigma dominante. Los conflictos estructurales no son observados como oposición de intereses, sino como fallas de funcionamiento. De ahí que la in- tervención sobre los mismos carezca de una aproximación política, planteán- dose como un creciente aparato de ajustes técnicos que no soluciona el ma- lestar, sino que lo termina agravando. Esto porque el aparato de ajuste tien- de a imponer determinadas conductas a los sujetos, sea a los proveedores de educación (contra el lucro y por la calidad, por ejemplo) como a las mismas personas (acción afirmativa). La expansión estatal sobre la educación de la última reforma, con su creciente regulación a la conducta de los sujetos, con- vocó la crítica tanto de la izquierda —porque no revertía el carácter mercan- til de la educación— como desde la derecha, en la medida que cancelaba la autonomía de clientes y oferentes propia de los mercados (AcciónEducar, 2016; Ruiz Schneider et al., 2019).
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