Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 213 - Eugenia Pizarro entonces, de relaciones que se transforman y resignifican a lo largo del tiem- po, aun cuando mantienen ciertas regularidades. Al respecto, las mujeres dan cuenta de procesos reflexivos sobre su historia compartida. Yo un día hablé con (hija), le dije “yo no conocía otro mundo, (hija)”, me dijo, “pero es que ese es tu mundo, no el mío”, “pero si yo no cono- cía otro mundo, ¿cómo te iba a enseñar a ti?, ¿qué otro mundo te iba a enseñar?” (Abuela 5). Asimismo, las narrativas muestran distintos nudos en la historia relacio- nal, constituidos por aquellos períodos que generan mayores cambios en la relación. En este sentido, ambas generaciones describen la adolescencia de sus hijas como períodos particularmente desafiantes para la interacción. Por otra parte, la llegada de la nueva generación —nietas/os o hijas/os— y el cui- dado compartido, son significados como oportunidades para el encuentro y el reconocimiento entre ambas mujeres; esto, aun cuando el cuidado com- partido suele implicar conflictos relativos a la toma de decisiones y a las di- ficultades prácticas del día a día. Cabe destacar, al respecto, que la reciprocidad madre/hija toma nuevas formas de expresión cuando ellas devienen en abuela y madre. En este sen- tido, las narrativas destacan el peso normativo de estar presente y brindar soporte a la hija durante las etapas de embarazo, parto y primeros meses de maternidad. A través de este proceso, la generación mayor no sólo se aproxi- ma a la experiencia de abuelidad, sino que continúa respondiendo al manda- to de la buena madre. Cuando tendría unos 7 meses de embarazo, mi mamá me llevó a vi- vir allá. Porque podía llegarme la hora y yo no iba a estar sola, tenía que estar cerca de ella pa’ qué me ayude a cuidar la guagua, qué sé yo, esas cosas. (…) Y ahí, después bueno, salí de la clínica, estuve donde mi mamá, yo no sé, un mes estaría y volví a mi casa (Abuela 1). Ésta se describe como una práctica que se repite de generación en generación, que incluye acompañamiento, contención emocional, cuidado directo de la hija, educación para el cuidado del bebé y apoyo en los desafíos de la cotidianidad. La falta en el cumplimiento de este mandato es particularmente cuestionada, siendo expuesta por la hija como una experiencia particularmente dolorosa; el mandato de la presencia materna configura expectativas que es necesario satisfacer.
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