Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 194 - Espacios privados gar en el que se desarrolla lo doméstico, que lo doméstico es gobernado por las mujeres y que ellas son quienes cargan con el trabajo reproductivo en sus distintas dimensiones; no es un problema que se manifieste sólo en la pri- vacidad de familias y hogares, sino que es un problema social, estructural y, por tanto, político, nos lleva pensar que no se trata de lo que sucede al inte- rior de los hogares, ni con cada uno de sus miembros, sino que es también, un problema público. Las desigualdades al interior de las familias corresponden a desigualda- des sociales de relevancia política, que estructuran la vida social. Advertir- lo, es el primer paso para asumir no solo el reconocimiento y la visibilidad social de los sujetos, hasta ahora subordinados, y los nudos problemáticos de la Familia como institución (entre los que se encuentra el trabajo de re- producción social) sino que hace urgente —ahora— tomar en serio la necesi- dad de debatir y proyectar consensos sociales acerca de las tareas que le ca- ben a los gobiernos y al Estado en el mantenimiento de la vida de los indivi- duos, de sus hogares, sus familias, los pueblos, las naciones y, en definitiva, el planeta. Pensarlo en serio, supone abordarlo desde una perspectiva de de- rechos universales, ligados a la propia pertenencia a la comunidad humana y la vida en sociedad. Este debate pendiente es aún más apremiante, toda vez que la coyuntura a la que se enfrentó la sociedad con la situación de la pandemia covid-19, au- mentó la visibilidad de las desigualdades en las familias y sus conflictos in- ternos, enrostrando que la familia no protege per se de las desigualdades es- tructurales que se producen y reproducen en el marco de un modelo de de- sarrollo neoliberal que ha llevado al límite la centralidad y responsabilidad de la familia en la reproducción social, agotándola, especialmente a las mu- jeres y las niñas, también los niños, las viejas y viejos. Uno de los posibles horizontes que se abren al plantear estos temas des- de su realidad política, es uno en el que las injusticias y desigualdades sean abordadas desde un punto de vista social y no solo como problemas que ocu- rren el encierro familiar, así despatologizar las innumerables posibilidades conflictivas de los diversos arreglos familiares y reconocer la existencia de un trabajo de reproducción de la vida valioso, sin el que no sería posible la supervivencia y que debe distribuirse de manera más igualitaria entre los gé- neros. Los modelos hegemónicos de familia no se reducen a la expectativa del amor romántico y el amor maternal, buscan activamente la creación de subjetividades que reproduzcan estructuralmente nuestras sociedades capi- talistas y neoliberales. De ahí que un problema del ámbito privado como es
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