Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 188 - Espacios privados las familias. Desde una perspectiva feminista, la vinculación entre lo políti- co ideológico —la esfera pública— y la vida privada de las familias, es posible y necesaria. Lo que ocurre a nivel discursivo tiene, ineludiblemente, su con- traparte en las vivencias privadas. Existe así una posible continuidad entre, por ejemplo, el andamiaje ideo- lógico que subyace a las políticas públicas dirigidas a la niñez, a la mujer y a la propia Familia en la esfera pública, con la cuestión que se ha presenta- do hasta acá, acerca de la subordinación de la mujer y la niñez en los espa- cios privados e íntimos, incluida la violencia en sus distintas manifestacio- nes. Parece todavía legítimo hacer eco del viejo aforismo feminista que seña- la “lo personal es político” (Millet, 1975) considerando que, como señala Kir- kwood “la realización de la política es algo más que una mera referencia al poder de Estado, a las organizaciones institucionales, a la organización de la economía y a la dialéctica del ejercicio del poder; es también repensar la or- ganización de la vida cotidiana de mujeres y hombres” (Kirkwood, 1987: 46). A continuación, en un esfuerzo por salir del binarismo impuesto por la división en las esferas antitéticas de lo público y lo privado, se abordará el trabajo reproductivo, doméstico y de cuidados, como tema de interés social y humano, que exige atención si se quiere avanzar hacia condiciones de igual- dad, democracia y justicia en el país. Los estudios feministas, la perspectiva de género y el feminismo no sólo se opone a los marcos de la ciencia clásica androcéntrica, ahistórica y descontex- tualizada (Harding, 1986), sino que defiende la idea de que la vida social se or- ganiza por categorías entre las que se encuentran las sexogenéricas, la clase, la etnia, la edad, entre otras, que reproducen desigualdades e injusticias. En este mismo sentido, las teorías feministas han sido duramente críticas de la hegemonía funcionalista que, en cuanto ideología familiar, tiende a dar valor solo a un determinado tipo de dinámica y estructura familiar, en perjuicio de otras y busca dar relevancia como objetos de estudio a las mujeres y también a las minorías étnicas, sexuales y sociales, para luego incorporar las generaciones (niños, viejos) y familias “anormativas” pero reales (Lopez, 2008). Un aspecto central de la crítica se relaciona con la forma en que la defen- sa de la Familia nuclear conlleva, desde el punto de vista social, una sobrecar- ga de tareas compensadoras entregadas a la familia y que, dada la naturaliza- ción de la centralidad de las mujeres en la vida privada familiar, las satura es- pecialmente a ellas (Barret y McIntosh, 1995) que son —como se decía ante- riormente— quienes están principalmente a cargo de la dimensión emocional,
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