Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 186 - Espacios privados tral en la reproducción de las desigualdades sociales, dentro y fuera de las fa- milias. La Familia sigue siendo hoy el lugar donde se encarnan procesos de subjetivación que construyen una red de expectativas (aquello socialmente deseable) en los sujetos sociales concretos con un impacto cultural, social y transgeneracional que, como se venía diciendo, es determinante en el man- tenimiento del orden social y en la reproducción de la estructura del espacio y las relaciones sociales (Bourdieu, 1997). De esta forma, los discursos acerca de la Familia recaen, finalmente, en con- diciones de existencia y formas de vida en las que, junto con las situaciones seña- ladas en el párrafo anterior, emerge —es el caso de las mujeres, niñas y niños— una profunda falta de reconocimiento, entendida como una relación social insti- tucionalizada y no un simple estado psicológico (Fraser,2000). Esta falta de reconocimiento significa que no se considera a los (y las) su- jetos como interlocutores plenos en la interacción social y se les impide la participación en igualdad de condiciones en la vida social, es decir, va más allá de una simple desigualdad en la distribución de bienes y recursos, sino que es “una consecuencia de patrones de interpretación y evaluación institu- cionalizados que hacen que una persona no sea comparativamente merece- dora de respeto o estima” (Fraser, 2000: 125). Esto tiene su cara más visible en la violencia directa física, psicológica y sexual, pero posee una cara más difícil de ver, que es la violencia simbólica, manifestación de las estructuras de dominación de las que se ha venido hablando y que sitúan al hombre en un estatuto de superioridad respecto de la mujer y desde donde ejerce un po- der sobre los cuerpos que no requiere de la coacción física (Bourdieu, 2001). Ahora bien, en un sentido opuesto, las visiones dominantes acerca de la buena Familia 14 —y especialmente los discursos públicos de medios y autori- dades— por lo general ponen de relieve las características que hacen de ella un espacio privilegiado de armonía y bienestar, promoviendo y haciendo visi- ble aquello que es funcional (en oposición a la disfuncionalidad que equivale a la enfermedad o anormalidad) 15 e invisibilizan activamente —o derechamen- 14 De acuerdo con Caneva y Parra, en los últimos años, a partir de 2018, un discurso conservador, ha emergido en Latinoamérica de la mano de grupos religiosos, pro-vida y contrarios a lo que denominan “ideología de género” que han resituado a la Familia en su versión tradicional como expectativa social. Un ejemplo es el colectivo “Con mis hijos no te metas” que no solo ha ejercido presión en el campo jurídico, sino que ha tenido una influencia en el debate públi- co y social, con lo que los autores denominan discursos esencialistas y reacción neoconservadora (Caneva y Parra,.2022) Otro artículo interesante, revisa cómo desde la pandemia ha ocurrido un familismo sanitario que implica la so- brecarga de la familia sobre las condiciones de la reproducción social y específicamente la responsabiliza como ”enti- dad social responsable de prevenir y de amortiguar los efectos de la pandemia”(de Martino, 2022: 127), sin conside- rar las complejidades de las familias y apelando a un espacio privado de placidez y orden en el que se aplacarían las debilidades del espacio público. 15 Una de las nociones más utilizadas de funcionalidad/ disfuncionalidad familiar proviene de la popularizada por la terapia familiar sistémica estructural de Minuchin (1977) quien entiende a la familia como sistema sociocultu- ral abierto que se desarrolla en un proceso de permanente cambio y adaptación, cuya función es —en consonancia con
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=