Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI

- 184 - Espacios privados Estas últimas, en el curso de cien años y más, han legitimado las posicio- nes esenciales para el contrato social/sexual de la modernidad, desde las dis- tintas disciplinas, especialmente la medicina y la psicología, estableciendo jerarquías nominativas y dominantes acerca del género, las clases sociales y las relaciones familiares (Burman; 1998, 2013), que organizan y dan sentido a la experiencia de ser parte de una Familia y que han puesto el acento en la subjetividad por sobre aspectos relacionales y en la naturaleza por sobre as- pectos sociales, económicos y políticos. En resumen, el lugar de la mujer y del hombre en la familia nuclear y la función que le cabe a cada uno de los cónyuges heterosexuales —el ámbito de lo emocional privado, para una, y el mundo de lo público, para el otro— corresponden a la separación de esferas entre reproducción social y produc- ción de mercancías en el capitalismo. La vida privada de las familias moder- nas, dominada por las labores de reproducción social, se transformó en un espacio privilegiado de la mujer, encargada de un trabajo reproductivo no re- munerado, que ocurre tras las barreras de la esfera doméstica. Hoy resulta innegable que la posición subalterna de las mujeres queda definida por este trabajo invisible, que no posee un reconocimiento cultural y, además, gene- ra condiciones de vida marcadas por la injusticia social (Fraser, 2000), asi- mismo parece claro, que, en términos simbólicos, culturales y sociales, la Fa- milia moderno occidental produce y reproduce posiciones desiguales según edad, género y sexo (Soto, 2021). 4. Poder y Familia: dominantes y dominados Como espacio jerárquico y desigual, la Familia puede ser entendida como “una especie de ideología política que designa una configuración valorada de relaciones sociales” (Bourdieu, 1997: 127) que ampara diversas relaciones de poder en su interior, entre otras, relaciones de dominación, específicas y autónomas, del hombre con la mujer y de los adultos con los niños y niñas. Estas posiciones jerárquicas, si bien se manifiestan concretamente en la di- námica interna de las familias, de acuerdo con Foucault (1992) son requeri- das para que el Estado funcione. Específicamente a partir de la consolida- ción del orden moderno —ya en el siglo xix— la familia es obligada a vigilar a sus hijos y no hacerlo, la convierta a ella misma en objeto de vigilancia Es- tatal (Donzelot, 1979). cia del psicoanálisis como vertiente mayoritaria y hegemónica (Pena, M., 2013; Llobet, 2009; Macchioli, 2015 en Soto, 2021). Las disciplinas psi han contribuido a configurar ideas respecto de lo normal y lo anormal en el marco del desa- rrollo individual en el contexto que se considera más decisivo y cercano, que es la Familia.

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