Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI

- 119 - Hugo Sir tes (anfetaminas y metilfenidato) en la química de la motivación-recompen- sa, se diera paso al advenimiento del autocontrol (Douglas, 1972). En 1972, mismo año que Virgina Douglas publicaba los estudios que faci- litarán el giro atencional respecto de los problemas conductuales, Luis Bra- vo psicólogo chileno, publica un libro pionero respecto del diagnóstico que, según la historia natural, antecede al déficit atencional. El libro que tuvo tres ediciones en 1972, 1977 y 1980, da cuenta de ciertos elementos en ten- sión dentro del campo en el que se inserta, de amplio interés para compren- der el fenómeno en el país y las posteriores implicancias de su prolongación a la edad adulta. Desde 1964, Bravo comienza su trabajo con niños que manifestaban tras- tornos conductuales y dificultades del aprendizaje, en general, y Daño Cere- bral Mínimo (dcm) en particular (Bravo, 2013). Prima en su enfoque una pos- tura pragmática y explícitamente interdisciplinaria. En un principio, Bravo utiliza daño o disfunción mínima indistintamente, optando más bien de for- ma táctica por la segunda antes que por motivos etiológicos profundos. En efecto, hasta la edición de 1980, considera que aquella dimensión no se en- cuentra del todo elucidada. La labor experimental de Bravo y su enfoque pragmático tiene como fin declarado, por una parte, hacer menos moral el juicio sobre el comportamiento de estos niños y, por otra, a contribuir con herramientas para hacer eficaz la labor pedagógica. Entonces, si bien, por una parte, Bravo celebra que aquellos niños que “trascendían los límites de la normalidad y muchas veces eran considerados grupo aparte y etiquetados como «tontos», «flojos», «raros» o «casos perdidos»” (CP118, 1980: 25), en- cuentren ahora una explicación clínica al comportamiento; la propia expli- cación clínica insiste en ese ambiguo carácter entre enfermedad e inmora- lidad. Para uno de los grupos estudiados, Bravo describe que “encontramos que el 92% de los niños presentó mediana o intensa agresividad (destructividad, rebeldía, peleas); el 64%, actitudes antisociales (vaganbudaje, hurtos, fugas del hogar); y el 85% crisis de rabia y agresividad (pataletas). El 85% también pre- sentó inquietud psicomotora permanente” (CP118, 1980: 126). Señala, además, que la impulsividad y agresividad, en apariencia desproporcionada frente al ambiente “guarda relación con la situación ambiental [fundamentalmente re- ferido a problemas del”ambiente familiar escolar”] y el nivel de tensión emo- cional preexistente, pero también aparece como resultado de una mayor «ins- tintividad» (sic) en el comportamiento” (CP118, 1980: 127).

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