Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 116 - La (des)obediencia que son conductas previamente existentes que ahora reciben una categoría médica por la presión de distintos tipos de agentes. Desde el punto de vista de esta investigación, por el contrario, lo que se vuelve interesante para com- prender el problema atencional y su prolongación a la vida adulta, es el modo en que esta descripción diagnóstica, envuelve efectivamente la producción de todo un nuevo tipo de atención, en virtud de la situación sociohistórica y epistémica de su emergencia. En el cruce muy particular que se da en la década de 1970 entre un im- pulso por sistematizar el funcionamiento cerebral de la conducta específica- mente moral de los niños, los cambios en las maneras de describirlo y su do- ble entronque (como modelo y como objeto redefinido) con las teorías de la información y la cibernética, que ganan terreno, merced a las presiones pro- ductivas y organizacionales de la época. Por esta razón, el problema atencio- nal desde el punto de vista clínico no trata ni agota la “atención humana”, sino que produce una modalidad particular de ésta, inseparable del proble- ma informacional que de ahí en más se hará crecientemente relevante. En efecto, es durante la década de 1970 que se abre paso, particularmen- te en la órbita de la psiquiatría anglosajona (Caliman, 2010; Tendlarz, 2006), una hipótesis específicamente neuroquímica para la explicación de un géne- ro de comportamientos considerados, al menos desde el siglo xix, casi norma- les, pero moralmente indeseables o peligrosos. 5 En 1971, Wender sistematiza bajo el nombre de Daño Cerebral Mínimo (dcm), las tres grandes dimensio- nes contemporáneas del diagnóstico: hiperactividad, inatención e impulsivi- dad (Tendlarz, 2006), agregando además que el problema atencional, a dife- rencia del motor o cinético, no desaparece hacia la pubertad (Wender, 1973). Sin embargo, es en 1972 que los estudios realizados por Virginia Douglas (1972) en Canadá ponen de relieve la dimensión atencional de un modo su- ficientemente influyente para implicar una modificación permanente en el diagnóstico (Amador et al., 2001; Michaine, 2004). La gran diferencia que me- dia entre ambas aproximaciones es lo que podría describirse como la precisión de la disfunción, a través de la hipótesis neuroquímica dopaminérgica que se venía desarrollando en relación con otros diagnósticos como la depresión y al uso de las anfetaminas. Esta hipótesis gana terreno lentamente como explicación neurobiológica del funcionamiento de la atención, a partir de la pregunta sobre el efecto pa- 5 Asociados a una inquietud motora y a la búsqueda de estímulos fuertes que les lleva no solo a moverse, sino a ser susceptible a conductas de riesgos, tanto sexuales como criminales, así como al consumo de drogas. En ese sen- tido, el fracaso escolar/laboral porta siempre una connotación explícitamente moral.
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