Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI

- 104 - ¿Una nueva clase trabajadora? mentan contradicciones que van agudizando un malestar de nuevo tipo, pues se les somete a más y más procesos de acumulación por desposesión dada su centralidad en la economía. Tanto en el trabajo como en el consumo los suje- tos se enfrentan a grandes entornos impersonales —en general manejados por el gran capital— frente a los cuales se sienten en indefensión jurídica y extre- ma asimetría de poder. Así se tematiza la idea de “abusos” de sus derechos, no- ción que se ancla tanto en su condición de seres humanos como en el trabajo desplegado, en el mérito de tener una credencial y la identidad profesional que ello genera: mientras más ingresos logran, más dependencia tienen del “siste- ma de abusos”, lo que redunda que a cada paso de ascenso social, hay más vér- tigo y no menos. El término “dignidad” está asociado a esta polaridad: la ética del camino de clase del estudio y el trabajo —lo que supone aceptar las normas de la socie- dad y jugar bajo su comando— frente al impersonal “sistema” que lucra de las limitaciones estructurales a tal camino. No es extraño, entonces, que este con- cepto de “dignidad” logre una generalización de intereses tan amplia durante el estallido de 2019: la “dignidad” no es sólo significativa para las reivindica- ciones del mundo social organizado, sino que decanta a este dilema de cons- trucción personal. Surge así un sector amplio de la sociedad —aún desorganizado, aunque sea propenso al conflicto— que experimenta una contradicción irresoluble: a más nivel de consumo, más abuso y desposesión. Irónicamente, el camino ha- bitualmente motejado de “desclasado” y “aspiracional” —acceder a un consu- mo que permita un nivel de vida mayor— no es el eje de comportamiento de clase de estos segmentos; sino que es precisamente su señal de enclasamien- to, pues la búsqueda de actividades significativas y la reducción del carácter coactivo del trabajo son su proyecto de clase, y la dependencia del endeuda- miento y del consumo de masas el único espacio que tienen para desplegarlo. La lucha cotidiana por mejores condiciones para los hijos es la base, en reali- dad, de luchas más generales o colectivas por derechos sociales. El problema es que esta ligazón estructural no es, de manera mecánica, una síntesis social, cultural o política. La frustración de la promesa de movilidad social y la generación de nuevas contradicciones por parte de este nuevo sujeto social, es el vector que explica en buena medida el ciclo de protestas sociales de las últimas décadas (Donoso, 2021). La masificación de la educación superior y sus contradicciones contri- buyen a un malestar social acumulado por parte de un sector de este nuevo su- jeto, que se expresa en las movilizaciones sociales de 2011, instalándose como

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