Chile desbordado. Tensiones, resistencias y construcciones colectivas en el siglo XXI
- 100 - ¿Una nueva clase trabajadora? perior es un imperativo para aquel horizonte. Para los padres, el ser profesio- nal aparece como la principal herencia que se puede dejar a los hijos, mien- tras que para quienes estudian es el proyecto por medio del cual el conteni- do de su individualidad adquiere una forma social legítima. En términos históricos, el paso a la educación superior se experimenta para las familias como la recta final de un largo viaje intergeneracional des- de la pobreza, el campo o la marginalidad urbana, a una inserción aceptable en la economía moderna (hoy, en el sector terciario). El lenguaje de “ser de clase media” es únicamente la expresión actual de un anhelo transmitido ge- neracionalmente, el que ha tenido diversas nomenclaturas, y que se asocia a una incorporación legítima en la sociedad moderna, que habilite la felicidad para las generaciones futuras en contraposición a un pasado lleno de sacrifi- cios y dolores. Es que la rapidez con que las transformaciones estructurales y la modernización ocurren de la década de 1950 hasta acá, permite que las familias chilenas experimenten en una o dos generaciones procesos tan di- símiles como el paso del campo al trabajo profesional en el sector terciario. Así, la educación superior termina siendo el corolario de una historia de des- velos y sacrificios ante permanentes cambios estructurales. El capítulo final de un largo viaje a la dignidad. Para los jóvenes postulantes, este proceso implica la traducción de lo de- bido y de lo querido en la elección de una carrera y de una institución: la tra- ducción del lenguaje de la vida en el lenguaje disciplinar, hecho que despunta como novedoso respecto de la generación anterior, y deviene característico del mundo actual. Se trata ciertamente de una definición atravesada por ca- minos de clase: la necesidad de escoger una institución que sea elegible y a la vez legítima —instituciones masivas no selectivas—, sin perjuicio de las posi- bilidades escasas (pero existentes) de torcer la estructura gracias a un rendi- miento sobresaliente y ser el “legitimador” de la estructura de reproducción, en términos de (Bourdieu y Passeron, 2009). Observamos también la interiorización de la división sexual del traba- jo bajo lenguaje de afinidad disciplinar: las mujeres tienden a elegir carreras asociadas a los cuidados y la educación, y los hombres sobre tecnología (Jara y Miranda, 2014; Rebolledo y Peña y Lillo, 2006). Luego, en la prosecución de estudios, lo fundamental es que las y los jó- venes experimentan su transformación en adultos. Entienden el paso por la educación superior como parte de su desarrollo y no sólo como un proce- so académico. Independiente que egresen o no, es la progresión en los estu-
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