Kinan'nm: gastronomía haitiana en el paisaje alimentario de la Región Metropolitana

105 sabía si mi mezcla iba a quedar tan rica como la que me ha- bía mostrado mi madre. Pero sorprendentemente resultó bastante bien. Luego me tocó ir a la feria y ahí hay una variedad de verduras y sazones que nunca había visto: como el zapallo italiano, la acelga, comino, ajo y cebolla en pol- vo, entre otras. Yo no sabía que eso existía y me intrigaba en qué preparaciones podía usarlas. Luego descubrí que lo podía incorporar al legim, pero me hacían falta berenjenas y las que encontraba estaban muy caras, así que ya no podía comerlo tan seguido como a mí me gustaba. La comida chilena es una cajita de monería. Tiene muchas cosas que te pueden sorprender; puede que no tengan las mismas sazones a las que estoy acostumbrada, pero igual es rica -a su manera-. Hay cosas que me acostumbré a co- mer aquí en Chile, como zapallo italiano relleno, pastel de choclo y pollo arvejado, que me encanta. Aunque hay otras cosas que no me gustan tanto, como la manera en que hacen las lentejas o los porotos, eso me pa- rece inconcebible. Yo siempre hago los porotos o legumbres en general como una crema para acompañar el arroz, que con una salsita queda ¡uf, increíble! Pero si hay algo que odio de la cocina chilena es ese mons- truo llamado charquicán. No sé en qué momento de la cocina chilena a alguien se le ocurrió que esa mezcla de cosas podría ser rica. En mi humilde opinión, ese platillo quedaría bien, pero en una película de terror, no me gusta la mezcla ni la textura del platillo. Las cosas que más llaman mi atención es cómo preparar arroz o cómo sazonar las carnes. Y es que ni siquiera in- vierten tanto tiempo en eso, como sí lo haría un haitiano. Por ejemplo, en Chile primero se sofríe el arroz y luego se le agrega agua. Pero en Haití sofreímos ajo, sal y luego agregamos el arroz (bueno, si es que se está preparando arroz blanco), pero siempre sofreímos ajos, sal y otros in- gredientes, luego agua y cuando está a punto de ebulli-