Procesos de planificación curricular en educación en ciencias de la salud: desde un currículum eficaz a un currículum transformador: teoría y práctica
todo pasa, todo muere, no hay estabilidad ni perma- nencia. Resumió su planteamiento en una llamativa metáfora: “No te puedes bañar dos veces en un mis- mo río, porque nuevas aguas corren sobre ti”. Nada es inmutable, todo está en constante devenir, lo úni- co permanente es el cambio. En estos términos, los sentidos son inútiles, puesto que solo captan una apa- riencia. La clave entonces es acompañar los datos sen- sibles con la reflexión. De este modo se hará evidente la fugacidad de las cosas, la relatividad de nuestros juicios, y la permanente lucha de los contrarios. Esto último llevó a Heráclito a sostener que las cosas llegan a ser lo que son, gracias a una guerra permanen- te y a una tensión constante entre elementos opuestos: “La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a unos los muestra como dioses y a otros como hom- bres, a unos los hace esclavos y a otros libres”. Herá- clito transita de la guerra, como principio explicativo, al fuego. Así, lo que permite una unidad subyacente al mundo, dando cuenta de los cambios, es el fuego, elemento dinámico y guerrero a la vez. Finalmente, el filósofo afirma que los cambios no se producen de ma- nera azarosa, o meramente caprichosa, sino que con- forme a la medida fundamental que proporciona el logos, equivalente a la estructura última de la realidad. En adelante, distintas perspectivas sobre el cambio han poblado el universo de la filosofía. Muy suge- rente resulta la propuesta de Empédocles, que pos- tula la existencia de dos fuerzas que determinan el cambio: amor y odio. El amor atrae y tiende a la mezcla, el odio separa y tiende a la destrucción. También Demócrito, otro filósofo importante del mundo griego antiguo, sostuvo: “Nosotros en rea- lidad no conocemos nada que sea invariable, sino sólo aspectos mudables según la disposición del cuerpo y de lo que en él penetra o se resiste”. Pero con seguridad fue Aristóteles quien aportó la concepción del cambio de mayor pertinencia en la actualidad. En uno de sus aspectos esta propuesta formula una distinción entre “potencia” y “acto”. Según el filósofo, el cambio consiste en la actuali- zación de una potencia. En síntesis, el acto es la rea- lidad actual o la actividad presente, en tanto que la potencia es la fuerza o el poder de llegar a algo. Una semilla es en potencia un árbol, así como un niño es en potencia un adulto. Por ejemplo, cuando se dice que todos los seres hu- manos son creativos, es obligatorio enfatizar que lo son en potencia, teniendo en cuenta que aquello que puede llegar a ser, puede también no ser. Algo que está en potencia puede actualizarse, y también puede quedar detenido, como una posibilidad incumplida. Contemporáneamente, la preocupación por el fe- nómeno del cambio se ha vuelto permanente, en- tendiendo que ninguna otra época enfrentó a las sociedades a transformaciones globales, rápidas, inesperadas y muchas veces amenazantes. Más to- davía, existe la extendida convicción de que el cam- bio puede ser gestionado arbitrariamente para favo- recer intereses no confesados. En este amplio espacio, la educación es el problema crítico de nuestro tiempo. La actividad que asume las cuestiones del desarrollo y la plenitud en los seres humanos, a pesar de la insistencia con que a cada paso surgen otras demandas. El “cuidado del alma”, volviendo a la inscripción que tanto goce in- telectual generó en Hecateo de Teos, será siempre lo medular y la vez lo más difícil. Un cuidado que para el filósofo se hacía efectivo en el trato con los libros. Con razón, ciertamente, dado que el oficio de pensar se amplió y profundizó históricamente gracias a los libros y la lectura; cuando las palabras detuvieron su flujo, se hicieron visibles y se pudo reflexionar sobre ellas con suficiente calma. Como ha dicho Hannah Arendt: “Nadie puede pensar a menos que se detenga”. Hoy podemos decir, de manera genérica y dentro de un enfoque enteramente secular, que la “doble temática del cuidado de sí y el conocimiento de sí” (como lo dice Foucault), podrá ocurrir de modo más favorable con la guía oportuna, con dedicación y estudio, con una preparación esforzada, con es- pacio para el cultivo de las potencialidades, en una relación de buena convivencia; y con apego a la crí- tica, la reflexión y la creatividad. Finalmente, no es ocioso enfatizarlo: el cuidado de sí nunca está asegurado. Al final, siendo lo fundamental, y teniendo a nuestra disposición una sabiduría pode- rosa que cruza los siglos, es curioso constatar que la educación normalmente se encuentra en deuda. Procesos de Planificación Curricular en Educación en Ciencias de la Salud: Desde un currículum eficaz a un currículum transformador: Teoría y Práctica 13
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