Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas
COMUNICACIÓN, POLÍTICA Y SOCIEDAD. ESTUDIOS Y REFLEXIONES CONTEMPORÁNEAS 82 que pasó pronto a la necropolítica de decidir quién “debía ser salvado” en los hospitales colapsados (Almeida y Sánchez, 2020). Por su parte, Rodríguez (2020) hace notar que el virus aumentó las desigualdades sociales entre los que no tenían balcón o contrato laboral para esperar que todo pase. Una de tantas paradojas de pandemia la indicó Luchessi (2020): la necesidad de acudir al personal de salud y el terror a tenerlo cerca. Era sobreponer la vida de unos en menoscabo de otros. Complementa Rodríguez (2020) que la pandemia fue el escenario propicio para dataficarnos . Por un lado, los Estados convirtiendo a los ciudadanos en simples datos de contagios y por otro, las corporaciones capturando los datos que se generaron sin parar durante el encierro. Horas de navegación para informarse con datos ficticios o, como menciona Pires (2020), hacer co-viewing para estudiar, trabajar o reunirse con familiares o producir clips como improvisados tiktokers . El coronavirus es político, mientras se “disciplina” la vida del ciudadano; los Estados, insiste Rodríguez (2020), prefieren no tocar el virus de las corporaciones que se han aprovechado de los datos que las personas generan en redes, sujetas a un poderoso “algoritmo-alambique que destila nuestra humanidad en datos para otras medidas, para otras propiedades, para otras proyecciones (…)” (párr. 14). Por su parte y ante el fenómeno de la dataficación, Almeida y Sánchez (2020) proponen como alternativa mediadora de datos, la mediación del Cuidado , que consiste en “pensar qué criterios éticos para generar el bien común deben orientar las maneras de producir contenido y compartirlos, no para producir datos, pero sí para cuidar de las personas que forman parte de la comunidad en donde estamos inmersos” (párr. 8). Al reflexionar sobre estos elementos, que el virus y los citados investigadores han puesto sobre el tapete, se colige que la biopolítica como modelo de ejercicio del poder supuso durante la pandemia una especie de sociedad de la disciplina subordinada a controles cotidianos bajo el imperativo del deber (confinarse) que, según De Landázuri (2017), crea un espacio dictatorial del “se” (aun sin condiciones para resistir). Ante esta linealidad (poder-subordinado), Byun Chul Han (2014) recuerda un espacio flexible a manera de una sociedad del rendimiento donde haya una transición del deber ser al poder ser. Esto se posibilita en la medida que el poder funcione para que finalmente la libertad (real de ser) y la subordinación (al deber) coincidan. De otro lado, Scolari (2019) plantea, en sentido amplio del concepto, que una interfaz también puede corresponder a una ciudad y que en su concepción no existe neutralidad, el diseño de calles, plazas, son prácticas políticas e ideológicas y que sus usos también lo son, relacionar esta apreciación con discursividad biopolítica, necropolítica o de subsistencia es abundar, pero sirve de mucho para trazar la posible necesidad de que las ciudades más golpeadas por la pandemia reconsideren su
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