Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas
Salvador Percastre-Mendizábal 69 Nos referimos, entonces, a la existencia de relaciones de poder y de cómo intervienen los procesos de comunicación en la política. ¿Cómo pasamos de estudiar la propaganda y sus estrategias, al estudio de la comunicación política? Los primeros acercamientos se refieren a los estudios sobre opinión pública, al comportamiento político, la cultura política, los medios, las mediaciones de estos procesos, las estrategias gubernamentales —que tienen también que ver con la legitimación del poder—, las tecnologías de la información, el mundo digital cómo un nuevo espacio público y la democracia digital. Hoy en día, ya no se habla de propaganda solamente, sino también de mercadotecnia política y de la relación que tiene la comunicación política con la comunicación publicitaria. Por lo tanto, ¿en qué coinciden los autores como Karl Deutsch (1989), Panebianco (1995), Fagen (1969), Miége (2015) al referirse a la comunicación política? La comunicación política se ha vinculado al avance de las democracias y de los gobiernos democráticos; sin embargo, no puede negarse que también existe comunicación política y propaganda en otros sistemas de gobierno. Otro factor que interviene en la conformación de este campo es el desarrollo de los medios de comunicación desde sus inicios, caracterizados como espacios que intervienen en la opinión pública. Esto incluye el impacto de los medios masivos que, a finales del siglo pasado, derivó en conceptos como telecracia, videocracia, mediocracia y, después, en el planteamiento de un nuevo espacio público a partir del arribo de internet (Esteinou, 2004). La comunicación política en la UNAM ¿Qué sucedió y cómo llegamos a estudiar comunicación política dentro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM? El interés en el estudio de la comunicación política en México se puede asociar en parte a los cambios que se han dado en nuestro país en las últimas décadas. Anteriormente, la existencia de un partido único generaba un contexto en el que ya se sabía, al momento del destape presidencial, quién iba a ser el candidato ganador en las próximas elecciones. Solamente se hacía una campaña cosmética para presentarlo, para que todos supieran quién era. Frente a esta situación, no tenía sentido realizar encuestas, pues el resultado ya estaba dado. En 1988 surgieron las primeras encuestas electorales en México, sin las metodologías y sin los avances que ha tenido la investigación en materia de procesos electorales, así como de mediación pública (García, 2006); también se crea el Instituto
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