Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas

Salvador Percastre-Mendizábal 267 Pseudoentorno e ideología Allí donde Lippmann habla de pseudoentorno como la representación mental de la realidad, y los estereotipos como “mapas” para moverse en el mundo, G. Therborn plantea que “la función de la ideología en la vida humana consiste, básicamente, en la constitución y modelación de la forma en que los seres humanos viven sus vidas como actores conscientes y reflexivos en un mundo estructurado y significativo. La ideología funciona como un discurso que se dirige o –como dice Althusser– “interpela a los seres humanos en cuanto sujetos” (1980, p. 13). Las interpelaciones encuentran su parámetro de referencia en los estereotipos, ora como ideas, ora como comporta- mientos, pues, como se verá más adelante, este es el modo en que la ideología sitúa a los sujetos, asignándoles un lugar y una función en la estructura social. Explica el sociólogo sueco, que los humanos viven su vida de manera consciente en “un mundo que cada uno de ellos comprende en diverso grado” y que “la ideología es el medio a través del cual operan esta conciencia y esta significatividad”; la conciencia es fruto de procesos psicodinámicos “en su mayor parte inconscientes” que operan mediante “un orden simbólico de códigos de lenguaje” (Therborn, 1980, p. 2). Es decir que, desde esta mirada, los sujetos necesitan de una ideología que les permita no solo percibir el mundo sino, sobre todo, darle sentido, idéntica función que Lippmann atribuye a los estereotipos; en otras palabras, el pseudoentorno es la ideología y su contenido son los estereotipos. La concepción de ideología de Therborn “incluye deliberadamente tanto las nociones y la «experiencia» cotidianas como las elaboradas doctrinas intelectuales, tanto la «conciencia» de los actores sociales como los sistemas de pensamiento y los discursos institucionalizados de una sociedad dada”, así, la ideología no debe ser comprendida “como cuerpos de pensamiento o estructuras de discurso per se, sino como manifestaciones del particular ser-en-el-mundo de unos actores conscientes, de unos sujetos humanos” (1980, p. 2). El filósofo va más allá de las concepciones habituales de ideología como un conjunto, más o menos sistemático, de ideas que organizan la percepción de cuestiones trascendentes como la religión, la política o el Derecho, para asimilarla al conjunto de experiencias existenciales del individuo y su manera de ser y estar en el mundo o, dicho de otra manera, la articulación que se produce entre las ideas del mundo, el modo de comportarse y actuar en éste y la manera en que se juzga el resultado de los comportamientos. En síntesis, explica Therborn, la función que cumple la ideología “consiste básicamente en la constitución y modelación de la forma en que los seres humanos viven sus vidas como actores conscientes y reflexivos en un mundo estructurado y significativo” (1980, p. 13). Así, la ideología es un discurso que “interpela a los seres humanos en cuanto sujetos” y opera, al igual que en la idea de pseudoentorno, como la representación del verdadero entorno (la realidad), el mismo que, en última instancia,

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